Vitoria - Aunque la cuadragésimo segunda edición del Festival Internacional de Teatro lleva en marcha desde principios de mes, el certamen todavía no había llegado a uno de sus escenarios, un Félix Petite que hoy, a partir de las 20.30 horas, se va a estrenar con Cine, una producción de La Tristura que tiene casi todo el aforo vendido (al cierre de esta edición sólo quedaban seis butacas libres). Estrenada el otoño del año pasado, la obra plantea al público la situación de los niños robados en España a lo largo de varias décadas del siglo pasado, una situación que parece escondida, y por lo tanto minoritaria, en la actualidad de la sociedad estatal pero que arroja unos números y unas situaciones mucho más numerosas y generalizadas.
Un caso conocido en primera persona fue el chispazo definitivo de un espectáculo en cuya forma -sin tener todavía el fondo- el grupo venía reflexionando desde tiempo atrás. “Nos gustaba esa idea de cómo hacer cine en el teatro”, comentan Celso Giménez e Itsaso Arana, un propósito que al encontrar hilo argumental se transformó en el espectáculo que hoy llega a la capital alavesa en lo que va a ser la segunda presencia aquí de la compañía tras su paso en 2012 por Artium con Materia prima.
Bajo la idea de que “buscar es arriesgarse a encontrar”, la compañía presenta a modo de road movie el viaje de un hombre joven en busca de respuestas sobre su identidad. “Es sorprendente que no se hable de esto. De hecho, en muchos lugares vienen asociaciones de afectados que nos agradecen que, por lo menos, estemos tratando el tema, es como si sintieran una compañía” que no encuentran en las instituciones del Estado.
Como en todo, eso sí, es importante también cómo se relatan las cosas. En este aspecto, La Tristura simula la pantalla del cine y juega con distintos elementos -también con la utilización de los auriculares que recibirán cada uno de los espectadores del Félix Petite- para unir el séptimo arte con el teatro, aunque pueda parecer complicado e incluso imposible. Eso sí, no conviene tampoco desvelar demasiado. Es mejor que la sorpresa permanezca esperando a los espectadores. Sólo decir que en el movimiento está la clave.
También con reservas afrontó el grupo el estreno en Madrid de hace un año. “No decíamos de qué iba la pieza pensando que iba a pasar algo, que iba a darse una polémica que iba a tapar nuestro propósito”. Pero llegaron los primeros pases y esa situación no de dio. Desde entonces, la compañía sigue recorriendo escenarios “para llevar también lo sucedido con los niños robados a otros públicos, para empezar, al que ya tiene La Tristura”.