Vitoria - Se conocieron al trabajar con el coreógrafo João Fiadeiro, aunque la culpa de que se unieran para crear la performance Nome la tuvo un café. “Yo le conté que estaba haciendo la biografía de mi familia; ella me comentó que había comprado un álbum de fotografías de una familia desconocida en un rastro. Ahí nos dimos cuenta de que estábamos interesadas en las mismas cosas”, recuerda la creadora portuguesa Márcia Lança mientras su colega brasileña Carolina Campos sonríe. “Más allá de que tengamos puntos en común, lo que nos une es que existe en nosotras una actitud clara por comprender al otro, una curiosidad por saber las razones de que esa o aquella persona piensen de manera distinta”.

Ambas se encontrarán mañana a las 19.30 horas con el público en Montehermoso (el acceso es gratuito) para inaugurar la programación otoñal del ciclo Zinema Gaur compartiendo un trabajo de “base coreográfica” donde la palabra y la imagen comparten protagonismo. “Es una pieza que ya hemos llevado a ámbitos más relacionados con la danza o la escena, pero creemos que puede encajar incluso más fácil en un contexto cinematográfico puesto que así el espectador no va a estar preguntándose la razón por la que no bailamos o no hacemos lo que se espera, que es algo que le puede bloquear un poco, creando una distancia con la obra”.

Con la colaboración del centro de creación alavés Azala y la ayuda de la Fundación Gulbenkian, Campos y Lança presentarán una propuesta en la que irán editando frente a los espectadores las fotografías seleccionadas para ir construyendo lo que tal vez pudo ser verdad a través de esas personas reales que aparecen retratadas en las imágenes compradas en la Feria de Ladra (Lisboa), personajes anónimos de historias inventadas. “Es un tanto extraño poder comprar la vida de otro en fotografías” apunta Lança. “Buscamos en las cajas que estaban casi tiradas en la basura del rastro”, relata Campos, quien añade que el propósito de la pieza es “intentar entender cuál fue la vida de estas personas que son anónimas para nosotras, hombres y mujeres que podrían ser, por ejemplo, nuestra familia. Esa relación entre lo que se puede mirar de la realidad y lo que se puede ficcionar de la vida de los otros es lo que nos llama, cómo podemos entrelazar lo que es nuestro y lo que es de los otros”.

Ante ese juego creativo entre lo real y la ficción, entre los extraño y lo propio, cabe preguntarse qué sucederá en el futuro con todas esas fotografías que pulularán por Internet sin más referencia que una etiqueta muy parecida a esas fechas o nombres que antes se escribían en el reverso de las imágenes impresas. “Es muy raro pensarlo”, dice Campos, consciente, además, que el material que pueden encontrarse dos creadoras como ellas dentro de unos años será mucho mayor ya que la producción y difusión on-line que cada persona hace hoy de sus instantáneas parece no tener límite. Eso sí, ambas coinciden al señalar que les “encantaría ver un espectáculo donde fuéramos las personas anónimas” en manos de las artistas.

A Montehermoso llegan a través de Azala, espacio de creación ubicado en Lasierra que Campos conoció en 2014. “Es como un paraíso, un lugar perfecto para la concentración. Te cambia la percepción del tiempo”, apunta la bailarina, que el próximo año volverá a la capital alavesa para llevar a cabo otro proyecto en Artium. “La gente en el País Vasco, y eso me recuerda un tanto a Brasil, hace con pocas condiciones muchas cosas, está siempre activa, intentado abrir las posibilidades de relación con otras disciplinas. Eso es algo muy bonito. Aún así, aquí hay muchos espacios, no como allí”.

Lança, por su parte, habla de los dos focos culturales que, por lo menos en estas tierras, más llaman la atención: “en Oporto no están las cosas tan institucionalizadas como en Lisboa. En Lisboa hay muchas estructuras que son fijas y es muy complicado trabajar fuera de esas redes de teatros, museos... En Oporto esto no está tan marcado y hay mucha gente que trabaja inventando sus maneras”.