De la fábula al hombre real, del temor ante lo diferente a la unión de dos hermanos, de los 2,42 metros de altura al suelo de Altzo. Todo ello y más es Handia, el paso gigante de los encargados de sorprender hace tres años a todo el Zinemaldia -y hasta a ellos mismos-, con Loreak. En definitiva, un relato íntimo para contar cómo el mundo siempre hará sufrir al diferente.
La expectación ayer en Donostia era máxima. A las 8.20 horas de la mañana la cola para entrar al pase más madrugador del festival hacía honor al nombre del filme. “Pero, ¡cuánta gente! ¿Esto es normal? ¡Si luego no va nadie al cine!”, señalaba un hombre que acudía por primera vez al Zinemaldia. Nadie, realmente nadie, quiere perderse Handia durante esta edición.
Jon Garaño, uno de los directores de la película, confesaba horas más tarde lo nervioso que estaba ante esta expectación. Su compañero en la codirección, Aitor Arregi, señalaba por su parte durante la rueda de prensa de la película que es algo normal: “Yo si fuera un espectador también lo estaría”. “Loreak fue una sorpresa, pero en esta película se cuenta algo diferente. Si hubiéramos hecho algo así de nuevo, la gente nos compararía demasiado”, añadió.
Handia tiene el sello de Loreak. El germen de Moriarti Produkzioak -la productora casi asamblearia responsable de los dos trabajos-, está en ella, en su intimismo y en la relación de sus protagonistas. Pero va más allá. Es un salto importante en su trayectoria, una producción y fotografía de factura impecable y que nada envidia a los grandes estudios.
La historia juega con la ficción y el mito ahondando en el pasado de Gipuzkoa a través del gigante de Altzo. Martín y Joaquín, dos hermanos de un caserío, son separados por la Primera Guerra Carlista. El mayor de ellos, Martín, es arrastrado a la batalla, y cuando vuelve se encuentra con un gigante por hermano. Joaquín no para de crecer y ante ellos se abre una ventana con la que viajar y hacer negocio en una época que se sorprendía y pagaba ante lo extraño mientras se hacía frente a la revolución industrial que conllevaba a un nuevo mundo.
“Joaquín empieza a cambiar con 20 años, a la vez que a su alrededor el mundo también lo está haciendo. Esa idea nos pareció estupenda y nos permitió alejarnos del biopic”, aseguró al respecto Arregi. Y así, como si del hombre elefante de David Lynch se tratará, la película arrastra al espectador ante ferias de circo, intelectuales y reinas de toda Europa mostrando el cambio que se avecinaba. “La historia vuelve a repetirse ahora”, opinaba Garaño. “Trump es un claro ejemplo de ello y de qué pasará y hacia dónde estamos yendo”, añadía el director, al tiempo que veía una similitud entre el conflicto en la película y la situación actual en Catalunya, de la que comentaba existir un material estupendo para que quien lo recoja “pueda hacer una película o serie increíble”.
dos hermanos de baserri “Bajo su imagen quiero que ponga The spanish colossal”, dice en un momento del filme Iñigo Aranburu, quien interpreta a una especie de manager de Joaquín. “¿Y por qué no El gigante guipuzcoano?”, pregunta Ramón Agirre, el padre del mismo en la ficción.
Lo que significa ser de Altzo y de baserri en una época convulsa está presente en la compleja relación entre los dos hermanos. “Son el yin y el yang, uno es blanco y el otro es negro. Lo que les une en un gris que es lo habitual en la vida”, comentaba Garaño. “Creo que está unión se debe a que en definitiva los dos son de Altzo. Martín quiere arriesgar y Joaquín no, pero los dos son muy parecidos y no pueden huir de lo que son, de baserri”, aseguraba Joseba Usabiaga, quien interpreta al primero y del que Garaño reconoció haberlo escogido “por lo que transmite con su mirada”. Para seleccionar al gigante de Altzo, a la dupla directora les atravesó una cuestión fundamental: seleccionar a un persona muy alta y convertirla en actor, o apostar por un intérprete y transformarlo en gigante.
Sin embargo, cualquier duda se disipó con la llegada de Eneko Sagardoy. “Fue todo un descubrimiento y es una suerte poder tenerlo”, aseguraba Garaño sobre él, mientras que el propio actor habló de las dudas que tuvo cuando le propusieron acudir al casting al considerar que le faltaba “cuerpo para representarlo”. “Pero me di cuenta de que en realidad no es un monstruo, es una persona y que encima actúa como si fuera un niño”, indicó, refiriéndose a que “es muy inocente y tiene problemas para comunicar lo que siente”.
La película avanza en la relación entre los dos hermanos circulando por la fina vía que separa el mito y la realidad. “No nos podíamos basar solamente en lo real para contar esta historia. Si hasta en un periódico de la época, del que incluimos una réplica en el filme, se daban como ciertas varias leyendas que eran falsas”, aseguraba Arregi, añadiendo, no obstante, que quisieron en todo momento ser rigurosos con la historia: “Viajar hasta Londres o París viniendo desde Altzo tenía que ser para ellos como para nosotros viajar a la Luna”. Un recorrido casi tan gigante como el paso que ha dado el cine vasco con Handia.