MADRID - El cineasta Paco Plaza, uno de los creadores de la saga Rec, regresa a la gran pantalla con Verónica, una película protagonizada por Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero y Ana Torrent. El filme narra la historia de una adolescente que, tras jugar a la ouija con sus amigas, es perseguida por presencias sobrenaturales que le atormentan tanto a ella como a su familia, a quien tratará de proteger.

Verónica está inspirada en hechos reales, partiendo del Expediente Vallecas, el único informe policial existente en el Estado que recoge sucesos paranormales. ¿Cómo nació el proyecto?

-Fue un encargo de Enrique López Lavigne, desde la productora Apaches, ya que él estaba interesado en hacer una película sobre este caso. Pero cuando empezamos a investigar y a desarrollar el proyecto, fue creciendo y convirtiéndose en otra cosa. Al final hemos mantenido el caso como una excusa argumental, de la que hemos cogido distintos elementos para contextualizar la película. No es un relato de unos supuestos hechos reales, sino que es la historia de la resistencia de una niña a crecer, de la relación con su familia... Todo sobre límites, entre lo real y lo fantástico, entre la vida y la muerte, entre la infancia y la pubertad... Es una película sobre una metamorfósis, sobre un cambio que Verónica experimenta. La adolescencia es una época en la que eres una especie de hombre lobo, es como ser una persona extraña que se pregunta qué está pasando. Esa angustia y ese pánico es lo que quería contextualizar dentro de la película.

Es el miedo de la protagonista, pero que también asusta al espectador.

-El cine de terror comparte algo con la comedia: hay una promesa que tienes que cumplir. Cuando hago una película de terror, también pienso que hay que cumplir una parte del pacto con el espectador y es que lo pase mal, que pase miedo viendo el filme. Una vez aseguras que eso va a estar, puedes añadir otras capas, pero sin que nunca se desdibuje la esencia de que estás viendo una película de terror.

Mencionaba que fue un encargo y, sin embargo, se convirtió en un proyecto muy biográfico.

-Es curioso, es la primera vez que hago una película por encargo y es finalmente la película más personal que he hecho. También por una cuestión cronológica: Verónica tiene la edad que tenía yo en el 91 y no he podido evitar volcar muchas cosas en el proyecto, más de las que pensaba durante la escritura y el rodaje... Ahora, viendo la película, me doy cuenta de hasta qué punto el filme es en el fondo una autobiografía prácticamente.

Firma el guion junto a Fernando Navarro, ¿cómo fue el proceso de escritura, mano a mano?

-Fernando ya estaba trabajando con Lavigne en el desarrollo de la historia cuando yo me incorporé. Fue un proceso de muchos meses, de pulir, de tantear... Había muchas películas posibles. Por ejemplo, se podía abordar el proyecto desde una documentación exhaustiva, hacer un seguimiento literal de los hechos que se relatan, y estuvimos explorando esa vía. También se planteó que los protagonistas fueran los policías... Pero, al final, escribir un guion es muchas veces como esculpir: tienes un trozo de piedra al que vas quitando cosas y se va revelando la figura que esconde. En ese proceso tan largo de hablar y darle vueltas, consigues ir erosionando el material hasta que al final intuyes la forma y sabes por dónde atacarlo.

Vuelve a apostar por el terror desde lo cotidiano y mundano, sin trampa ni cartón. ¿Qué claves le ofrece este realismo directo?

-Para mí es muy interesante el naturalismo: para sentir con el personaje miedo o empatía, terror en el caso de Verónica, tienes que creer en su contexto. Debes entender quién es esa persona, dónde vive, en qué tiempo... Cuanto más certeros fuéramos en esa descripción de una realidad, creía que la implicación con la protagonista sería más automática. No es una niña en abstracto, sino una niña que vive en el extrarradio de una ciudad, que va a un colegio, que tiene hermanos... Todo lo que se dote de carne y hueso a ese personaje ayudará a que luego todo lo que le ocurra te importe más.

En ese contexto juegan un papel importante los hermanos pequeños de Verónica, a quienes ella trata de proteger. ¿Cómo fue la búsqueda y trabajo con los actores, siendo niños muy pequeños?

-La búsqueda fue un proceso larguísimo, de meses. Queríamos niños sin prácticamente experiencia para que no tuvieran tics de actuación. Mi aproximación a la película en la parte que respecta a los niños es muy documental, quería realmente capturar a estos niños de verdad. No estaba buscando tanto actores que encarnasen a los personajes, sino que buscaba a niños que me fascinasen para rodarlos. Y entonces encontramos a esta cuadrilla de niños, que son todos maravillosos. Antoñito, que tenía cuatro años, ni siquiera era muy inconsciente de que estábamos rodando... Intentábamos que el rodaje fuera lo menos invasivo para los niños, que pudieran relacionarse con normalidad entre ellos, que se generase ese vínculo casi familiar, y entonces estar nosotros ahí capturándolo.

En este elenco destaca Sandra Escacena encarnando a Verónica, en su primer gran papel... ¿Cómo dio con ella?

-Sandra es muy especial. Tenía 14 años cuando hizo el casting y la vimos el primer día, luego vimos 800 candidatas más, pero nunca una niña que nos fascinase tanto. Además, ella tiene algo que me recuerda a Ana Torrent. Tiene una mirada muy especial, cargada de melancolía, de emoción... Es una persona muy sensible y creo que transmite esa emotividad. Cuando la estás viendo, de alguna manera tiene esa cualidad tan interesante en un actor, que es que te importe lo que le pase.

Menciona la película Cría Cuervos, de Carlos Saura, como uno de sus referentes, ¿cuánta influencia del cineasta aragonés hay en Verónica?

-Mucha. Saura y Buñuel son los directores que más me impresionan por la manera en que rodaron sus películas. Son dos grandes maestros de la puesta en escena. En Verónica hay un vínculo muy directo con Cría cuervos, por eso tenía claro que Ana Torrent fuera la madre de Verónica -la actriz participó en el filme de Saura-. Incluso mantenemos el nombre que tiene ella interpretando a la niña de Cría cuervos porque, en mi fantasía, Verónica es una secuela de Cría cuervos: esa niña creció, se fue a Vallecas, se casó con un rockero, tiene un bar...

Verónica acude a un colegio de monjas y la religión y el simbolismo está presente a lo largo de la historia, ¿esta tradición católica da pie a ese lado paranormal?

-Claro, yo me eduqué en un colegio católico, como muchos de mi edad, y cuando eres pequeño, te explican: “La virgen concibió sin pecado; Jesucristo resucita a los muertos, muere y vuelve del otro mundo...”. Hay una cotidianización de lo sobrenatural que te hace más sensible a lo paranormal. Una vez asumes dogmas de fe, como los martirios de los santos, el hecho de que con una tabla y un vaso hables con los muertos te parece casi la cosa más natural del mundo.

Ha estado cinco años alejado del mundo del cine, tras dirigir Rec 3: Génesis en 2012. ¿Cómo ha sido su regreso a los mandos de la dirección de un largometraje?

-Había producido una película y hecho algo de televisión, pero Verónica ha sido un reencuentro y un restart. Realmente cuando veo la película siento de alguna manera que es mi ópera prima, me da la sensación de que es la primera película que he rodado. Supongo que es porque es el primer filme que he hecho después de cumplir los 40, Que es como la segunda mitad de tu vida, suelen decir (risas)... Pues creo que Verónica es el principio de esta segunda parte.

Inevitablemente, muchos espectadores le relacionarán con la saga de Rec, ¿qué comparte Verónica con estas tres películas?

-Muchas cosas, es inevitable meter parte de ti en los proyectos que haces. Lo que hermana a Verónica con Rec es, por un lado, cierto sentido del humor, en este caso menos acusado que en Rec; y también la localización muy exacta. Uno de los grandes aciertos que tuvimos en Rec fue la localización tan concreta: Barcelona, la zona de Exaimple... Un lugar y una fauna reconocible. En Verónica hemos hecho también esa labor de ambientación y de localización muy concreta, pero cambiando Barcelona por el extrarradio de Madrid.