Con un Mendizorroza a la mitad, el Festival de Jazz de Gasteiz rindió homenaje el jueves por la noche a Thelonious Monk en el centenario de su nacimiento, una fecha que se aprovechó para proponer al personal una doble sesión elegante, fina e incluso algo divertida entre tanto baile de sillas al principio y entretenida, clásica y agradable en su segunda parte. En definitiva, una buena noche, que a estas alturas de la película ya es mucho decir. A veces lo sencillo y previsible ya es suficiente. De eso se encargaron a lo largo de poco más de dos horas el cuarteto de pianistas formado por Kenny Barron (el mejor, sin duda), Kenny Green, Cyrus Chestnut y Eric Reed para arrancar y TS Monk Sextet junto a Nnenna Freelon para poner el broche.
Fue Reed el primero en pisar un escenario donde aguardaban dos pianos para ese mencionado comienzo de los cuatro pianistas, nombres que no necesitan de presentaciones, que en Vitoria ya han dejado sobradas muestras de calidad y que se conjuraron para ofrecer un listado de canciones corto pero significativo. En solitario, a dúo y a ocho manos fueron desfilando composiciones como Bye-ya, Ask me now y Ruby, my dear, consiguiendo algo siempre complicado, dejar al polideportivo mudo para no estropear el momento.
Distendidos entre ellos, el subir y bajar de las tablas se terminó a la hora y diez minutos, aunque el personal casi se queda sin bis. Tuvo que ser el manager el que les comentase desde abajo que se tocasen algo más, lo que hicieron Barron y Chestnut. Lo bueno si breve...
Tras el descanso -esta vez, bastante más ajustado en tiempo- fue el turno del hijo de Monk, que volvía a Gasteiz después de unos cuantos años con una formación en la que a Theo Hill le tocó el papel de su padre, aunque sería injusto olvidar al trabajo realizado por los saxofonistas Patience Higgins y Willie Williams así como por el trompeta Randall Haywood. Con Kyle Eastwood sentando entre el público -estuvo toda la doble sesión, la verdad, visita incluida a los vestuarios para saludar a los protagonistas de la jornada- el grupo supo proponer un concierto para dejarse llevar, sin excesos ni puntos débiles, una actuación con criterio y sentido, pero tampoco nada nuevo bajo el sol.
Con el recital ya arrancado y en marcha, al escenario se añadió la voz de Nnenna Freelon, que demostró lo importante que es saber ser protagonista cuando toca (Sky lark) y cumplir el papel de secundario (o acompañante) en el momento preciso. Sin duda, el recital agradeció de manera especial su aporte.
Con el público puesto en pie y la sensación de que nada sobró pero tampoco nada faltó se terminó una doble sesión que quiso, pudo y supo homenajear a una leyenda, y lo hizo desde dos propuestas bien diferentes entre sí. Esa variedad en una noche temática y los tiempos ajustados de ambos conciertos fueron los dos cimientos necesarios para levantar el recuerdo a Monk.