Tras las buenas sensaciones dejadas por Harold López Nussa en el Principal, el miércoles por la noche se produjo la primera doble sesión de esta cuadragésimo primera edición del Festival de Jazz de Gasteiz en un Mendizorroza con menos de media entrada. Espectadores que esperaban a Larry Carlton y Stanley Clarke conscientes de volver a encontrarse con dos músicos de sobrada calidad y reconocida trayectoria que, como no podía ser de otra manera, volvieron a dejar claro que pueden hacer lo que quieran. Su aporte personal está fuera de toda duda. Sin embargo, eso no es suficiente ni para completar dos buenos conciertos por separado ni una sesión conjunta a la altura. Así que el polideportivo, en lo cualitativo, se quedó como en lo cuantitativo, a la mitad.
Le tocó abrir al guitarrista, que regresaba a la capital alavesa siete años después, con una primera diferencia evidente. En aquella ocasión acudió con sus músicos habituales, con su banda norteamericana. Esta vez lo hizo con los intérpretes europeos que ha contratado para sus conciertos en el continente. Y eso se notó, mucho además. Ninguno de los tres -luego se quedaron a ver entre el respetable el resto de la sesión- supo o pudo aportar nada interesante a una actuación que sostuvo Carlton a base de jazz y blues, dejando que las seis cuerdas hablaran pero sin romper, sin terminar de conectar, sin saber en muchas ocasiones a dónde se quería llevar la propuesta.
Con todo, el público se puso en pie tras el penúltimo tema (lo de los bises forzados ya no cuela) y volvió a despedir al grupo levantado tras hora y 26 minutos de recital. Empezó entonces un descanso que fue demasiado largo.
Solucionados los problemas de montaje y con los músicos ya en el recinto arrancó casi a las once de la noche un Stanley Clarke que no volvía al pabellón desde 2009. Primero al bajo y luego al contrabajo -donde ofreció su mejor faz- el de Filadelfia tuvo en Beka Goschiaschivili a su mejor aliado dentro de una formación en la que Cameron Graves pasó desapercibido y Mike Mitchell demostró que no por tener la batería más grande se hacen mejor las cosas. Eso sin contar que quienes el miércoles se vieron el concierto del Principal y los dos de Mendizorroza, a buen seguro pensaron que el ser humano tiene un límite físico para aguantar solos de batería.
Con todo, Clarke -que no se resistió a cantar en el falso bis- supo dar algo más de sentido a una actuación que comenzó eléctrica para dar paso después a un planteamiento diferente. De nuevo, el público se puso dos veces en pie para aplaudir a los músicos antes de que a las doce y media de la noche las luces se encendieran.