Comentábamos hace unos meses que, desde hace casi dos años, se está elaborando en nuestra ciudad un Plan Estratégico en materia de cultura. Y otro en nuestra provincia. El primero, al ritmo pausado que avanza, parece que se presentará ante la ciudadanía poco antes de que el equipo de gobierno municipal termine su mandato. Con lo que puede ser que, si hay futuros cambios de timón, dicho plan tenga una vida muy corta. Y el segundo, estos días se está debatiendo en Juntas Generales de Álava para su pronta -y casi segura- aprobación. En este caso no esperábamos un Plan Estratégico de Cultura con un excesivo foco interno centrado en la propia institución. Como si éste no fuera un plan pensado para la provincia sino para la propia Diputación. Tampoco esperábamos que cuando el plan habla de “lo externo” a la propia institución, se presente como “foco vertebrador del territorio”, como si en vez de cultura estuvieran hablando de carreteras, de transporte, o de una suerte de objetivos medioambientales. Sí esperamos un Plan Estratégico para las personas que favoreciera la cohesión territorial y construyera un ecosistema cultural territorialmente equilibrado. Pero parece ser que esto no va a ser así.
Tenemos, por lo tanto, dos planes estratégicos por el precio de... dos. Pero, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de Plan Estratégico? Un Plan Estratégico de Cultura, resumiéndolo mucho, es un documento que tiene como principal objetivo analizar cuál es la situación de un territorio en el ámbito cultural y, partiendo de un buen diagnóstico, identificar sus necesidades para, finalmente, darles respuesta. Se parte de la premisa de que el desarrollo de un territorio no sólo estriba en su crecimiento económico sino que también se sostiene en un desarrollo cultural eficiente. Así que la puesta en marcha de un Plan Estratégico es un desafío serio. Hay que intentar, por lo tanto, afrontarlo con éxito. Sobre todo en nuestra territorio que ha sufrido los estragos de años de improvisación y de desgobierno cultural. Y así nos encontramos ahora por debajo del nivel de producción cultural alcanzado en ciudades vecinas. Pues la cultura, recordemos también, supone un 4% del Producto Interior Bruto español, generando 750.000 empleos. Aunque, como siempre hemos dicho, la cultura es mucho más que un recurso económico: como el medio ambiente, por ejemplo, es un bien común que hay que apoyar y proteger por sus propios e intrínsecos valores.
Los planes que ahora mismo se están elaborando en nuestro territorio siguen el manual de los redactados con escaso éxito en otros territorios. Son dos planes estratégicos sumamente genéricos.
Nuestra cultura necesita de concreción: proyectos, programas y acciones elaborados sobre objetivos claramente medibles y evaluables. Si las actuaciones no aparecen, será porque que nuestros representantes políticos nos quiere tener entretenidos varios años con esto de los planes estratégicos mientras la cultura sigue ahí, en un agujero.