Tres largas horas de aburrida cháchara mantuvieron en la noche del miércoles, el medio showman de éxito televisivo Bertín Osborne y el expresidente del gobierno español, José María Aznar en un entorno inmobiliario y natural digno de un príncipe de las mil y una noches.

La nueva entrega del programa Mi casa es la tuya resultó un encuentro amable de dos viejos colegas sin nada nuevo que decir y sin nada nuevo que descubrir en personalidad, carácter y estilo de un político del PP y un votante del mismo signo, que se las prometían felices y resultaron anodinos, previsibles y de escaso interés informativo y televisivo.

Un programa de escaso nervio, sin momentos calientes ni con asuntos difíciles para el invitado como el 11-M, la guerra de Irak, o el atentado de ETA, que despachó estos asuntos como pasante de notaria con un expediente de herencia y patrimonio.

Un viaje a través de la trayectoria humana y profesional de un político competitivo y ganador, que usa la expresión “el interés nacional de mi país” como escudo y cimiento de su discurso narrativo que resulta cansino, átono y plano.

Bertín Osborne es un conductor de tele consentidor, dicharachero y graciosillo, pero en la pasada noche, se gustó a sí mismo teniendo a Aznar en el plató-jardín, sin apretar lo más mínimo al personaje en un ejercicio de publirreportaje largo, monótono y de escaso interés. Encantado de tenerte presidente, se diría el andaluz protagonista de un programa al que se apunta todo quisqui, y es normal visto el tratamiento y dulzura que pone Bertín conversando con sus invitados. En cualquier caso, Aznar mola poco en la tele, visto lo visto y oído lo de siempre, de argumentario oficial y conocido. Oportunidad perdida para descubrir el trasfondo del personaje, si lo tuviera, pero ni uno ni otro estaban por la labor.