Vitoria - En lo que va de década, cinco premios nacionales de Cultura en distintas disciplinas. El último en sumarse a la lista ha sido el director de orquesta Juanjo Mena. No es un dato cualquiera para un territorio como Álava. Pero mientras los teóricos logros en otros ámbitos de la sociedad, como puede ser el deportivo, se califican de históricos y merecen los mayores elogios mediáticos y políticos, no pasa así con estos autores y compañías, que han recibido estos galardones -los reconocimientos institucionales más importantes en el ámbito estatal- en situaciones que ejemplifican a la perfección que la valoración hacia su labor o sus aportaciones públicas es mínima. Bueno, hacia las suyas en concreto y hacia la cultura en general.

Caso paradigmático en su momento fue el de Paraíso. El grupo de teatro de Abetxuko supo el 8 de noviembre de 2012 que le había sido concedido el Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud. Sólo hay que recordar una cosa, el dinero fue para paliar el agujero que el Ayuntamiento de Gasteiz estaba generando en la campaña de teatro escolar de la capital alavesa.

De hecho, ese acuerdo estuvo a punto de desaparecer, una decisión que el Consistorio no se atrevió a tomar al final, gracias, en gran parte, a la concesión del Premio Nacional. No quedaba bien, claro. Pero lo cierto es que la propia compañía tuvo que explicar cómo había escolares que ni siquiera podían pagar el desplazamiento hasta el Beñat Etxepare y cómo había familias y centros escolares que renunciaban a poder ir hasta el escenario del centro cívico Iparralde por las dificultades económicas y los recortes municipales al programa. Tampoco con la Diputación la situación andaba mucho mejor e, incluso, con el galardón ya en las manos y un destacado apoyo europeo, la compañía ha tenido que enfrentarse algún año a la postura de otras instituciones como el Gobierno Vasco.

El que abrió esta década con su Nacional del Cómic fue Antonio Altarriba. La distinción por El arte de volar, realizado junto a Kim, se conoció el 16 de noviembre de 2010. Y tanto lo que sucedió después con este trabajo y con otras publicaciones del autor no deja de ser también paradigmático de lo que sucede en el resto del Estado.

Esta exitosa novela gráfica acaba de volver a salir con otra editorial diferente a la original. ¿La razón? Muy sencilla, los autores llevan sin cobrar desde hace mucho tiempo. De hecho, hay abogados de por medio puesto que la empresa que sigue manteniendo los derechos fuera de España no cumple con sus obligaciones. Además, con el galardón ya en la mano, cabe recordar que Altarriba se tuvo que ir primero a Francia para que, a través de Denoël Graphic, pudiera ver la luz otro de sus últimos títulos referenciales, un Yo, asesino llevado a cabo junto a Keko.

El 22 de noviembre de 2015, fue La Intrusa quien consiguió el Premio Nacional de Danza. Los gasteiztarras Damián Muñoz -que ya tiene un Max- y Virginia García conseguían así un nuevo espaldarazo a un camino que comenzó a mediados de los años 90 del siglo pasado y que discurre por todo el mundo desde su sede en tierras catalanas.

Eso sí, las casualidades de la vida hicieron que ambos creadores recibiesen la noticia de la distinción justo una semana antes de regresar a Gasteiz para actuar en el Principal. Antes de que se supiera la noticia, no estaba vendido ni la mitad del aforo de un teatro que, todo hay que decirlo, no suele responder bien a la danza contemporánea. Después de hacerse público el galardón, algo se movió la cosa, pero tampoco mucho.

De hecho, La Intrusa sólo ha regresado en una ocasión a Vitoria desde 2015. Fue el año pasado para participar, con Artium como escenario, en el Bernaola Festival. Es más, la concesión del Nacional de Danza no vino acompañada por ni una sola felicitación pública por parte de ningún representante político alavés con mando en plaza cultural.

Del dicho al hecho En su casa de Madrid, el fallecido Alberto Schommer conoció la concesión del Premio Nacional de Fotografía el 8 de noviembre de 2013. Y el suyo también es un caso paradigmático de la diferencia que hay entre aparentar y hacer, sobre todo cuando del ámbito institucional se habla.

Mientras su nombre era utilizado en Vitoria para cuestiones políticas -como pasa tantas veces con la cultura-, fueron otros lugares, y no su ciudad natal, los que organizaron exposiciones y retrospectivas a la altura del autor antes de la concesión del galardón, siendo la más recordada la que llevó a cabo el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Pero es que después de conseguir el Nacional, tampoco la ciudad fue capaz de hacer nada.

Tuvo que fallecer el autor para que se llevase a cabo un acto de homenaje y una exposición en Montehermoso, muestra en la que, por cierto, sólo había siete imágenes de Schommer. Nada que ver la muestra póstuma que se llevó a cabo después en Donostia, mucho más completa. A día de hoy, sobre la mesa está el compromiso del Ayuntamiento de Gasteiz para crear un centro cultural donde se puedan acceder a los fondos que gestiona la fundación que lleva el legado del autor, amén de organizar otras actividades en torno a la fotografía, una idea que lleva dando vueltas en el Consistorio desde principios de siglo.

Fue en Estocolmo donde el pasado 21 de noviembre supo Juanjo Mena que había conseguido el Premio Nacional de Música, un galardón, como el resto de los culturales dependientes del Gobierno de Madrid, que todavía no ha podido recoger ya que hasta que no haya presupuestos en España -ya sea con un proyecto nuevo o con prórroga del anterior- no se pueden llevar a cabo los trámites burocráticos pertinentes. Hay situaciones que superan lo surrealista.

Más allá de esta cuestión, Mena lleva unos meses en los que no para de conseguir reconocimientos a su trayectoria. Aún así, parece que su reivindicación constante de la educación en cultura y su petición a las instituciones para que apuesten por la creación y la base, no encuentran ningún eco entre los partidos y las administraciones. Él, sin embargo, sí está predicando con el ejemplo, una coherencia personal y profesional que le ha acompañado siempre. Así, el dinero obtenido por el premio Musika Bulegoa va a ir destinado para apoyar el proceso de formación de un joven pianista gasteiztarra. Y el propio Mena anunció al conocer la concesión del Nacional de Música que el montante correspondiente a esta distinción se va a destinar también a favorecer la educación musical en Álava.