El viernes pasado inauguraba el artista vitoriano Koko Rico una turbadora muestra en un entorno singular: el castillo de Zurbano. Un edificio histórico construido en 1640, situado a un tiro de piedra de Vitoria-Gasteiz. Un edificio con bellas paredes de piedra, techos elevados de viguería artesonada y suelos de rojizo barro cocido sobado por el tiempo. El palacio cuenta además con un pétreo patio. Y un cuidado jardín exterior funciona de atrayente antesala.

La exposición de Koko Rico está compuesta por más de setenta esculturas, muchas de gran formato, así como de algunos dibujos que ilustran y recorren la dilatada trayectoria de este artista. Koko es autor de varias esculturas situadas en nuestra ciudad, como los dos animales salvajes mutados que parecen morar en pleno contexto urbano: en el parque público de la Catedral Nueva (María Inmaculada) de Gasteiz. Hablamos de un artista nacido en Vitoria que se movía cómodamente dentro del lenguaje pictórico allá por los años 80. Desde entonces su labor se ha centrado sobre todo en la expresión tridimensional, utilizando para ello diversos materiales de una manera mestiza.

En este caso, en el castillo de Zurbano, Rico nos presenta una vez más vez más su universo personal: un fantástico bestiario en el que la figura humana forma parte de él. Y lo despliega fuera del marco de las convencionales galerías de arte de blancas paredes. Es ésta una valiente propuesta en la que los espacios y la arquitectura del siglo diecisiete conviven con la escultura actual del siglo veintiuno. Propuesta que funciona, pues el espacio se contagia de las resonancias simbólicas de la obra del artista y su obra se tiñe de ecos del singular lugar. Hay retroalimentación. Funciona el dispositivo. El resultado, toma forma de relato. Pues las diversas estancias, salones, criptas, torres parecen contarnos ahora una singular historia de la que el autor nos hace partícipes cuando recorremos el lugar. Un recorrido un tanto laberíntico que nos produce una extraña confusión, como si estuviésemos perdidos dentro de un sueño del artista. No podemos hablar, por lo tanto, de una retrospectiva. Hay una narrativa. No hay una cronología.

La inauguración congregó a un numeroso grupo de agentes culturales y artísticos de la ciudad. Incluyendo en éste también a un numeroso público, pues hoy en día la audiencia no deja de ser también agente al formar parte del tejido cultural de la ciudad.

Se echó en falta la presencia de la cultura institucional. No asistió. Un gran error por su parte. Pues aunque ésta es una iniciativa privada, nuestras instituciones deberían estar ahí para alimentar sinergias entre los sectores públicos, privados y? los ciudadanos. Y, resumiendo, apoyar con su presencia estas iniciativas. Podrían hacer salido de sus castillos para introducirse en este castillo, el de Zurbano, y tender los necesarios puentes.

Existen fosos que algún día habrá que eliminar por el bien de nuestra cultura.