Amable y vehemente. Tiene las cosas claras y desde que hace un tiempo se permitió dedicarse en cuerpo y alma a dirigir “sin complejos, sin que vayan a pensar que soy el de Al salir de clase”, se siente “mucho mejor actor”, “más tranquilo” y “más libre” para elegir los proyectos en los que quiere estar.

¿De dónde nace ‘A voz en cuello’?

-Cuando se hizo la primera Noche en Blanco en Madrid, la gente de La Fábrica me llamó para leer algo en la Casa de América y elegí a Mario Benedetti. Y como me pedían algo de una media hora, adapté el relato Voz en cuello, que está incluido en su libro El porvenir de mi pasado y que cuenta la historia de diez sesiones de un programa de radio. De esto hace diez o doce años, el texto lo dejé aparcado y cuando hace un par de veranos me llamaron para hacer unas lecturas en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander elegí otra vez el mismo texto y esta vez incorporé a Marta Solaz y a su loop station. Entre los dos recreamos un programa de radio en el que yo soy el locutor y Marta es la jukebox (gramola). Ella musica en directo y en tiempo real los distintos poemas de Benedetti y yo narro la peripecias de este programa.

Y el papel del público es especial.

-Sí, le pedimos un ejercicio de inmersión para que se meta a imaginar un programa de radio. Para ello, con la entrada repartimos unos antifaces, de modo que anule el sentido de la vista y pueda escuchar e imaginar.

También es una oportunidad de trabajar con Marta y de alimentar esa complicidad profesional y personal.

-Sí, aprovechamos que somos actores los dos, que estamos en el mismo barco, que vivimos bajo el mismo techo y que somos bastante creativos. En un momento dado nos pareció que era el plan perfecto. La música es la que le ha ido naciendo a ella a medida que componía los temas, sin un estilo muy concreto. Usa una loop station, un aparato que va generando una melodía a partir de su propia voz, sin instrumentos, de ahí también el título de la obra.

¿Es también una reivindicación de la palabra?

-Tiene que ver con el uso, con el mal uso, con el desuso, con la prohibición del uso de la palabra. Con ese miedo que tiene el establishment de que la libertad de expresión sea contagiosa; a ver si el que escucha lo que tú dices le va a dar por decir lo mismo y así otro y otro... y una idea se extiende como la pólvora. Evidentemente, esto toca de lleno con la Ley Mordaza; es un espectáculo que gira en torno a la palabra, también a la falta de palabra, a cuando nos ponen un bozal para impedirnos decir lo que pensamos.

¿Es un grito contra el imperio del miedo que algunos extienden con la amenaza de multas y represalias?

-Sí, y cobra más sentido ahora que parece que va a prosperar, con un poco de suerte, la proposición para revocar los puntos más conflictivos de esa Ley Mordaza, como las devoluciones en caliente, las manifestaciones a las puertas del Congreso o la prohibición de grabar a policías que puedan estar saliéndose de madre en sus actuaciones... Hay una serie de puntos que reflejan el miedo del sistema a que pensemos. Pero también el sistema genera el mal uso de la palabra.

¿A qué se refiere?

-Es muy difícil que una persona que solamente ve la tele y no lee utilice más de 500 vocablos. Siempre serán los mismos. Hablar de emociones, de sensaciones, de cosas reales es traicionarlas, porque es imposible expresar con palabras lo que uno siente por dentro. Solo el arte -la pintura, la música, la poesía, el teatro, la literatura- es capaz de acercarse lo máximo posible a expresar esos sentimientos. Es como si en un momento dado pudiéramos decir ‘hoy estoy un poco como el Cristo de Velázquez’. Con esto quiero decir que no solo hay una manera directa de acabar con la libertad de expresión, con mecanismos como la Ley Mordaza y otros, sino también una manera indirecta, y es obedeciendo y sometiéndose a lo que sale por televisión. Eso puede influir hasta en el mismo arte, porque si quiero vender libros igual tengo que escribir con esas 500 palabras. Es un círculo vicioso.

Es como si nos intentaran domesticar la libertad de pensamiento.

-Es eso, ni más ni menos. Razonamos en palabras y cuantas menos palabras utilicemos, menos herramientas tendremos para razonar. Así de simple.

Está claro que a Peris-Mencheta no se le domestica y que apuesta por un teatro que habla al espectador de lo que pasa hoy.

-Es que creo que esto es lo que debe hacer el teatro. Cualquier tipo de teatro es político; incluso si haces Anacleto se divorcia. Cualquier cosa que se hace en la vida es política y si, además, se hace de manera pública, es una declaración de principios. Además, yo entiendo que el teatro debe servir para intentar transformar, para intentar curar. Me gusta decir que el teatro es el bufón del rey, el que tiene permiso para reírse de él y para criticarle delante de la corte y decirle ‘acabas de hacer mal esto’. La televisión no puede hacer eso, evidentemente, porque está en manos del rey, del sistema, y el cine tampoco, porque desde que se decide la película hasta que se estrena pasa demasiado tiempo. En cambio, lo que ha pasado en una rueda de prensa por la mañana se puede estar representando en microteatro por la tarde. El teatro es el bufón, el que tiene y debe tener el permiso y, como escribía el otro día en un tuit, ojalá no haga tanta falta como está haciendo falta últimamente.

Pues en ciudades como Madrid les están arrinconando con decisiones como las que se han tomado respecto a las Naves del Matadero, que han desechado el teatro frente a lo que algunos llaman artes vivas...

-No es que nos hayan retirado, me ha parecido más una torpeza. No se han planteado que para vestir a un santo había que desnudar a otro. La programación de Mateo Feijóo es una pasada, pero lo que no se puede es destruir todo lo que se ha conseguido, como llevar al público a un lugar de Madrid que está bastante alejado. El proyecto que inició Mario Gas tenía que ver con hacer teatro en un espacio distinto y en estos trece años se ha logrado algo que muchos tememos que se pueda perder y que al final termine saliendo a subasta el espacio y se privatice. Pero creo que ha sido una torpeza. Lo que sí es verdad es que hay una parte de la sociedad que ha marcado al gremio actoral como blanco de todos sus males.

¿Se entiende mal y poco su profesión?

-Hay gente que nos señala desde lo de la guerra de Irak y piensa que vivimos de las subvenciones, como si viniera un tipo a casa todos los días a darnos un sobre... Es que una parte de nuestra profesión, no la mayor parte, por desgracia, está en contacto con el mundo y con las cosas que pasan y un actor es ese que se sube a un escenario y hace reflexionar al espectador sobre su presente.

Dice que, por desgracia, no lo hacen todos los actores.

-No, no lo hace toda la profesión. Hay quien está más pendiente del photocall, de una portada de revista o de la campaña de El Corte Inglés. Y luego hay otras profesiones que tienen muchos más seguidores, como los deportistas o algunos músicos, por ejemplo, que ojalá se implicaran más con lo que pasa. Otro gallo cantaría.

La voz de Sergio Peris-Mencheta es una de las que más se escuchan cuando opina en medios y redes, ¿cómo afronta, en ese sentido, la repercusión de sus palabras?

-Por un lado, con el miedo de mirar hacia un lado y ver a Willy Toledo trabajando en Argentina porque aquí no le contratan, y, por otro, mirando a mis compañeros que sí se pronuncian y diciéndoles ‘vamos a darnos la mano y a ser fuertes en esto’. Lo más fácil para nosotros sería callarnos y ya está. Es más, yo no puedo quejarme porque no paro de trabajar, y si no trabajo en España, trabajo fuera. No quiero depender de no poder hablar. Entiendo que haya personas que tengan miedo a hablar, pero al menos deberían ser conscientes de ello. Al menos, que uno conozca el mundo en el que vive, y más si nos dedicamos a contar historias. El arte está para sanar a la sociedad, es la medicina del mundo. Y hay que conocer la realidad en la que nos movemos, aunque solo sea para saber qué historias hay que contar. La gente tiene que entretenerse y reírse, por supuesto, pero no solo eso, lo ideal sería que saliera transformada.

¿Es cierto que se planteó irse de España si volvía a gobernar Rajoy?

-Esto no lo he dicho nunca y tiene que ver más con la necesidad de grandes titulares que tienen algunos que con otra cosa. Es más, si gana el PP tengo más razones aun para quedarme. Yo ahora estoy trabajando en Estados Unidos, y Juan Diego Botto también. No sé si será casualidad o tendrá que ver con que tenemos menos oferta de trabajo aquí porque nos pronunciamos más. Ojalá hubiera más gente pronunciándose. Tengo compañeros y amigos que en su vida se han pronunciado con respecto a nada que no tenga que ver con lo que han desayunado esa mañana.