Bilbao - La periodista catalana analiza el panorama informativo, los desplantes continuos de Trump a los medios y la situación de la que un día fue su casa profesional, RTVE.

Parece que el periodismo vive un panorama bastante negro.

-No lo tenemos muy bien, pero digamos que el periodismo nunca ha sido fácil. Siempre ha tenido que ir a donde está lo invisible y a donde está lo que se calla. Estamos viviendo claramente una transformación, no solo de los medios de comunicación sino de la sociedad, de la construcción social.

¿Influye la incertidumbre?

-Por supuesto, se están soportando diversos tipos de crisis: la económica, la del modelo de medios de comunicación y esa tecnología que está influyendo mucho a la hora de hacer y consumir periodismo. Se están complicando mucho las cosas.

¿Cómo se explica a los consumidores que información y redes sociales no es lo mismo?

-Hay que empezar a concienciar a los más pequeños, estoy haciendo muchas cosas de este tipo en los colegios. Hay que empezar a alfabetizar en este sentido y explicar cómo se deben interpretar los medios de comunicación. Hay que comenzar cuanto antes, porque hay una, quizá dos, generaciones que han sido maleducadas con respecto a este tema.

¿Es una tarea difícil?

-Hay que hacer entender que todos los mensajes se mandan con un fin, este fin puede ser legítimo e incluso loable, pero puede que no sea bueno. Hay que ser capaz de discriminar y separar lo que es información tóxica de la que no lo es. Eso no es fácil, nadie nace enseñado y hay que generar sentido crítico.

¿Cotiza el sentido crítico al alza?

-Me temo que no. Desde hace unos años se está generando una sociedad de personas para que consuman productos e ideas y no una sociedad de personas que piensen, que sean capaces de defender sus libertades.

¿Qué hacemos con Trump que no tiene ningún cariño a los profesionales de la información?

-¿Por qué no nos tiene ningún cariño? Porque decimos lo que no quiere oír. Trump sabe que si alguien puede desmontar sus mentiras y su forma de jugar con las emociones son los periodistas; va contra ellos a muerte. Por el hecho de que nos tenga tanta animadversión y esté tan en contra de nosotros debería hacernos preguntarnos el porqué. Deberíamos preguntar a quién le beneficia una prensa crítica y está claro: a él no y al ciudadano sí.

¿Hay algún remedio para contrarrestar esa actitud?

-Sí, no entrar en el juego de Trump. No hay que reproducir sus estupideces y sus mentiras.

Para muchos fue una sorpresa que un personaje de este calibre pudiera presidir un país.

-Para mí no lo fue, y para muchos tampoco. Esto no es un fenómeno que haya salido de la nada, es un síntoma del proceso de deterioro y desintegración del sentido crítico de la ciudadanía que comenzó a principios de los 80. Todo el proceso ha culminado con éxito después al colocar al frente de un gran país a un personaje como Trump.

Usted fue corresponsal de TVE en Estados Unidos.

-En Nueva York, entonces aún no había oficina en Washington. Estuve allí en los 80, y fue cuando se empezó a gestar esta forma de hacer política. Comenzó con Reagan, él introdujo los elementos de espectáculo en la política y, salvando muchísimas distancias, lo que ha ocurrido es que ha llegado Trump, un alumno aventajadísimo. En esos primeros años 80 comenzó a gestarse nuestro presente.

Si dejamos EEUU y nos centramos en puntos más cercanos, hay una acusación latente de manipulación en TVE y gente de sus informativos suele ponerse en pie de guerra.

-Ahora lo veo desde fuera, conozco a varias de esas personas que están en pie de guerra. Nunca se ha entendido la importancia y el valor del servicio público. Nunca se ha explicado que el servicio público debe estar al servicio de la mayoría, no al de unos cuantos. Nunca se ha entendido que la televisión pública va de regalo con unas elecciones. Es una televisión, TVE y también las autonómicas, con interferencias políticas y económicas.

¿Más interferencias ahora que antes?

-Siempre las ha habido, pero hemos llegado a un tipo de sociedad que ha perdido bastante el sentido crítico, ya ni siquiera se buscan sutilezas, se interfiere de una manera bastante burda. Esta es la cruda realidad. La ciudadanía tiene el arma de no ver la televisión, de bajar la audiencia, pero sería mejor que protestara, que sea consciente porque si no se podría llegar a lo que muchos quieren, que la TVE pública llegue a ser irrelevante o llegue a desaparecer.

¿Echa de menos esos años de corresponsal?

-No, sinceramente, y me sorprende, han sido gran parte de mi vida. No soy de mirar hacia atrás, las etapas empiezan y terminan. Siempre he pensado que soy una mujer tremendamente privilegiada, sigo siéndolo porque puedo hacer otras muchas cosas. Estoy muy ocupada en otra línea del periodismo, ya no en la primera, pero sí tratando de compartir lo que he aprendido por el camino.

Su vida ha sido un constante ir y venir de un sitio a otro, ¿tampoco echa de menos viajar?

-Sigo viajando mucho, es lo que más me gusta. Cuando digo viajando, estoy diciendo que me voy tres o cuatro meses todos los años en plan de pisar terreno, y no a hoteles de cinco estrellas, ahora acabo de volver de Etiopía. No echo de menos nada. Mi vida ahora también me parece fascinante.