Vitoria - Tras la fase de laboratorio abierto en la que se ha requerido la participación ciudadana, Sin refugio es desde hoy una exposición, una muestra que se puede visitar hasta el 16 de enero en el mismo Montehermoso que a lo largo de las últimas semanas ha sido el taller del colectivo Redil, formado por Iñaki Larrimbe y Rubén Díaz de Corcuera, y de aquellas personas que han querido tomar parte en el desarrollo de tres piezas en concreto.
Se llega así al último estadio de un proyecto nacido a partir de la última edición de la convocatoria Derechos Humanos y Creación Artística 2016, plataforma a la que los artistas alaveses se presentaron junto a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR)-Euskadi. El resultado final, eso sí, no ha terminado de convencer del todo a esta organización, que si bien considera cumplidos la mayoría de los objetivos que se había propuesto en el origen de la iniciativa, sí subraya que no se ha alcanzado su anhelo de realizar una campaña que sirviese para denunciar la posición política y gubernamental ante la actual crisis de refugiados. “Nuestra organización no se siente identificada con Sin refugio”, explica Rosabel Argote, ya que “no hemos conseguido encontrar un lenguaje común”.
Con todo, CEAR-Euskadi hace un “balance positivo” con respecto a una experiencia que ahora es, como tal, una exposición “de experiencia”, según describe Ruiz de Corcuera. Tanto él como Larrimbe presentan una serie de piezas que, desde la ironía y la provocación, claman ante la conciencia de una ciudadanía que está en realidad apática ante una realidad que consume a través de los medios de comunicación y ante la que parece inmune, razón por la cual luego elige a gobiernos que no se preocupan por la cuestión. Al fin y al cabo, no se puede entender las decisiones políticas sin saber que, más allá de la voluntad de algunos grupos sociales, esas formas de actuar están sustentadas en el respaldo, aunque sea por omisión, de la ciudadanía.
Así, la muestra presenta once obras de lo más diverso: ahí está, por ejemplo, una mesa preparada para dar un lunch de bienvenida, canapés y bebidas a las que, eso sí, es imposible acceder puesto que están rodeados por alambradas como las que se pueden ver en muchas fronteras: o un Bulatorio, por el que los artistas venden bulas o indulgencias al objeto de que el ciudadano pueda comprar una y limpiar su alma y su mente de cualquier remordimiento por su posicionamiento personal hacia los refugiados. Son solo dos referencias de esa base crítica e irónica sobre la que se sustenta el trabajo realizado por Redil.
“¿Qué pasa en esta sociedad que no reacciona? Esa es la pregunta que nos hemos hecho y por ello hemos querido tratar en este proyecto la ceguera social que a nuestro parecer existe ante la cuestión de los refugiados”, apuntan los artistas. Lo real y la ficción que genera el arte se fusionan a lo largo del recorrido propuesto, dos mundos que parecen uno, siendo el espectador el que decide dónde está la frontera y con qué se queda. “Es una exposición que, si se quiere, puede tener un recorrido más allá de la visita”, aunque esa es una decisión que los autores dejan en manos del público.
De hecho, después de que hoy se produzca la inauguración, será el momento sola y exclusivamente de quienes quieran adentrarse en Sin refugio. También para decidir, como lo hace CEAR-Euskadi, que se está ante una “exposición muy dura”. Con todo, la discrepancia es un bien en sí misma y un efecto de la propia provocación que el arte busca, o debería. Por desgracia, hay millones de personas que no tienen la oportunidad de plantearse ciertos debates y análisis. Suficiente tienen con sobrevivir cada día mientras buscan un futuro. Gente que bien por la apatía de la sociedad, bien por la política ineficaz, muere sin repercusión.