madrid - “El llanto es un perro inmenso”, dice el poema de Lorca que Carlos Olalla, actor de 59 años curtido “en cien series”, recita en los vagones del metro de Madrid acompañado de su madre, de 83, “no solo para poder comer” sino para denunciar la precariedad en su profesión y “mantener la dignidad”. Su madre, la poeta y actriz Cristina Maristany, recibe una pensión de 600 euros de la asociación de Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión y él, una ayuda asistencial de 400 que le dan tres meses dos veces al año. Está “contento” porque, a raíz de hacerse pública su decisión de hacer -ironiza- “microteatro con ruedas” desde el día 8 en el suburbano madrileño, ha recibido una oferta para rodar una serie y grabar un anuncio de Pescanova para el que hizo un casting previo. “Me siento como James Stewart en Qué bello es vivir”, bromea el artista, que tiene una larga carrera en cine, teatro y, sobre todo, televisión. “Soy un secundario que ha hecho cien series -Cuéntame, Velvet o El tiempo entre costuras- pero son papeles sin continuidad. Hace tres años me llamaban cuatro o cinco días al mes y ahora uno o dos y, además, pagan la mitad. Hago lo que yo llamo la meadita del perro pero digo que sí a todo”.
Situación crítica Hace tiempo se vio en “una situación parecida” y decidió ir al vestíbulo del metro y leer poemas acompañado de un músico brasileño pero, se ríe, “fue un absoluto desastre porque debían de pensar que éramos telepredicadores y en tres horas sacamos 2 euros”. Ahora, que vuelve a atravesar “una situación crítica”, es decir, que él y su madre, con la que vive, no tenían “ni para comer”, pensó que pediría, pero dentro del metro. Ella, “que es muy libertaria, muy del 15-M”, se “empeñó” en acompañarle. Así que se montan en un vagón, “de los modernos, porque son más anchos y uno se puede agarrar mejor mientras lee”, y ella recita algún poema de su libro Fuimos, el intercambio de versos que hizo con “su amor” de 24 años, Rafael Lorente. Olalla a veces “responde” a su madre con uno de los poemas del “excepcional caballero” que fue Lorente y otras recita poemas de Mario Benedetti y José Agustín Goytisolo o Casida del llanto, de Lorca.
“Las cosas se han de hacer por dignidad y así nos presentamos a los pasajeros, diciéndoles quiénes somos y por qué estamos allí y que, si quieren, pueden echarnos una mano para que los artistas puedan vivir de su trabajo”. Lo hacen, insiste, no solo para poder comer, sino para denunciar una situación “tremenda”: “Todos los papeles de secundarios de cincuenta años para arriba son para hombres. Si yo estoy así, cómo estarán ellas”, se pregunta. Siempre se ha negado a trabajar por debajo del convenio y decidió que no haría más teatro hasta acabar con el 21% de IVA. “Estuvimos llenando salas alternativas, pero cuando hacíamos la división entre el tiempo que dedicábamos y lo que ganábamos, salía a 50 céntimos la hora. El teatro es un acto de resistencia y yo quiero seguir resistiendo”, concluye.