ayer se cumplieron cuarenta años del fallecimiento de Fernando Aire Xalbador (1920-1976), uno de los grandes bertsolaris del siglo XX que se ha convertido en un mito para miles de aficionados de la literatura improvisada y cantada en euskara. Al bertsolari bajo navarro le falló el corazón el día en el que cientos de personas le rendían homenaje en su localidad natal, Urepele, poco después de presentar su libro Odolaren Mintzoa (La voz de la sangre). Poco antes de las seis de la tarde, Xalbador se sintió indispuesto y se levantó de la mesa presidencial de forma discreta. El emblemático político euskaltzale y médico Michel Labeguerie acudió en su socorro pero no pudo reanimarle. En sus últimas palabras, se lamentó de no haber podido despedirse del público.

Sus hijos recuerdan todavía que en aquel momento alguien le dijo que ya daría las gracias a sus amigos en otra ocasión. Pero los ojos de Xalbador se cerraron y su voz calló para siempre. Muchos de los asistentes volvieron a sus casas tras el homenaje sin saber que el gran bertsolari acababa de fallecer. El bertsozale aldudarra Mixel Itzaina, que organizó la jornada, recuerda que pocos días antes el propio Xalbador reconoció que estaba cansado y que le resultaría complicado superar tantas emociones.

Sus comienzos

Fernando Aire cantó en público por primera vez en Urepele con tan solo 16 años. Sus hijos Henriette, Daniel, Michel y Helene aseguran que para él era algo natural improvisar bertsos. El pastor bajo navarro podía estar concentrado durante horas, por ejemplo mientras caminaba hasta la borda familiar en las zonas más altas del valle de Aldude. Los cuatro se sorprenden todavía al ver la calidad de la caligrafía de una persona que dejó la escuela con tan solo once años. Fernando Aire nació y creció en un ambiente vascófono en el que era habitual ayudarse entre vecinos. Era la época de Auzolana.

Trayectoria

Tras abandonar su Gipuzkoa natal tomada por los franquistas, el jeltzale Teodoro Hernandorena se afincó en Iparralde y desarrolló una importante labor a favor del desarrollo de la cultura y el bertsolarismo. Con su empeño en que participasen en los festivales, el dúo formado por Mattin y Xalbador pronto se convertiría en un habitual de los programas festivos.

Xalbador fue así durante años una de las personalidades más queridas y conocidas, después de cantar en cientos de fiestas patronales y participar en casi todos los certámenes y campeonatos de su época. Ganó muchos celebrados en Euskadi norte y quedó cuarto en el Campeonato de Euskal Herria de 1960, tercero en los dos siguientes en 1962 y 1965, y segundo dos años más tarde. En 1967 protagonizó uno de los acontecimientos más renombrados dentro del ámbito del bertsolarismo.

Pitada y aplausos

En la mítica final celebrada en el frontón Anoeta, en medio de una gran pitada y aplausos pasaron a la ultima fase para disputar el título de campeón Uztapide y Xalbador. En un ambiente poco apropiado para elaborar versos, el bajo navarro cantó:

Anai-arrebak, ez otoi pentsa

Neure gustora nagonik

Poz gehiago izango nuen

Albotik beha egonik

Zuek ez bazerate kontentu

Errua ez daukat ez nik

Txistuak jo dituzute bainan

Maite zaituztet oraindik.

(Hermanos hermanas, por favor no os creáis

Que estoy a gusto.

Hubiera tenido más alegría

Escuchando por un lado.

Si no os sentís felices

La culpa no la tengo yo.

Aunque me hayáis silbado,

Os quiero todavía).

El público criticó la decisión del jurado de declarar subcampeón a Xalbador y aplaudió con entusiasmo su sorprendente declaración. Además de su dialecto bajo-navarro, el bertsolari de Urepele demostró entonces que manejaba a la perfección las variantes más habituales en Gipuzkoa ya que utilizó palabras como, “kontentu”, “errua”, o “albotik” para mejorar la comunicación con los bertsozales. Xalbador fue pionero al hablar de temas poco habituales para la época y sus bertsos se han convertido en mensajes universales.

40 años

El legado de Xalbador es inmenso. Sus libros Herria Gogoan, Ezin bertzean y Odoloren Mintzoa se han convertido en toda una referencia para varias generaciones. Todas las personas que conocieron a Xalbador no dudan en afirmar que su mujer, Léonie, que falleció hace unos meses, contribuyó a la carrera de su marido, a menudo ausente de casa para acudir a los numerosos festivales que se desarrollaban en todo el País Vasco.

Además, Léonie siempre daba la bienvenida con una sonrisa a las miles de personas que se acercaban al baserri Xalbadorrenea, desde el que se puede contemplar una de las vistas más espectaculares de Urepele. Cuatro décadas han pasado ya desde su muerte pero, hoy en día también, sus descendientes contribuyen de diversas formas a que cada día el país, el pueblo y la lengua vayan de la mano. Y no se olvidan del lema de Xalbador: Herria da gorputza, Hizkuntza bihotza, el país es el cuerpo y la lengua su corazón?