Vitoria - Hace justo un año, la compañía belga Les Ateliers de la Colline estrenó en Gasteiz su última colaboración con el grupo alavés Paraíso, El circo de la luna (aunque por entonces se llamó El circo dorado). A día de hoy, el montaje sigue su camino tanto por Francia como por tierras belgas, una propuesta escénica que se está acompañando con un trabajo educativo paralelo puesto que, aunque sea desde la perspectiva del público familiar, en este caso la mirada se posa sobre la crisis económica y sus consecuencias.

Pero para los creadores de Abetxuko, esa pieza no fue el final de ningún camino, sino el comienzo de otro distinto. En el proceso de creación habían aparecido otros materiales y líneas a investigar, una riqueza escénica que la compañía Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud ha convertido en Lunaticus Circus. “Puede que ambas obras compartan un 25%, pero poco más”, explicó ayer Tomás Fernández, co-director del montaje junto al actor y dramaturgo Ramón Molins, en la presentación del nuevo paso de Paraíso por el Festival Internacional de Teatro de Vitoria. Una cita que se producirá este domingo y que servirá para el estreno de la versión en euskera, puesto que en castellano ya se encuentra girando.

La representación, que está recomendada para espectadores a partir de 7 años, se producirá en la tercera parada del ciclo familiar de la cuadragésimo primera edición del certamen escénico. Como casi siempre, el público está llamado a las 18.00 horas, siendo el Principal su punto de encuentro, un teatro que todavía tiene entradas a la venta por un precio único de 6 euros.

Aitor de Kintana, Oscar Álvarez y Mikel Ibáñez son los tres actores encargados de llevar a escena la adaptación al euskera realizada por Jokin Oregi. Ellos se pondrán en la piel de tres hombres sin trabajo a los que la crisis ha empujado a vivir en la calle, vagabundos que buscan una salida y que encuentran una caravana que se termina convirtiendo en el cuarto personaje, un lugar que deciden convertir en circo aunque ninguno de ellos sabe mucho sobre este arte.

“Ellos tienen muy buenas intenciones, muchas más que oficio”, apuntó Pilar López, coordinadora de Paraíso. Tienen que aprender poco a poco, “siendo capaces de trabajar como un colectivo aunque nunca lo han hecho, ayudándose, buscando una salida de manera común”, según Fernández. Y en ese tránsito aparecen el humor y la magia para construir una historia en la que un futuro mejor puede ser posible si uno es capaz de caminar con los otros.

De todas formas, es el público el que debe asomarse a esta obra y dejarse llevar para, también en el caso de los adultos presentes, sacar conclusiones. Al fin y al cabo, esta pieza con aire de fábula tiene pie y medio en la triste realidad cotidiana de muchas personas.

Además, el montaje, como comentó López, es un homenaje al mundo del circo a través de estos tres personajes que en muchas ocasiones no saben lo que hacen. Eso sí, los actores han contado, para preparar sus papeles, con la ayuda de Asier Kidam, mago que está llevando a cabo una residencia en KunArte. - DNA