madrid - De Víctor Hugo a Ibsen, Maeterlinck o Juan Ramón Jiménez. Estas fueron algunas de las lecturas que hicieron a Federico García Lorca un poeta, escritor y dramaturgo “muy culto” que forjó en estos libros su “identidad como persona”, según cuenta Luis García Montero en Un lector llamado Federico García Lorca. A través de este ensayo, García Montero ha dejado escrito, una vez más, su “testimonio de admiración” a este universal poeta granadino que ha hecho que para él la literatura sea “parte” de su vida y herramienta para crear su “identidad vital”.
En Un lector llamado Federico García Lorca, el también poeta granadino (1958) recorre la vida del autor de Poeta en Nueva York a través de las obras que le acompañaron durante sus 38 años de vida, casi cuatro décadas en las que se convirtió en un “lector voraz” que “habitó” en los libros que elegía y que le “convirtieron” en parte de su “propia identidad”. Por las manos de Lorca pasaron las reflexiones de Goethe, Balzac, Larra, Ruskin, Alberti, Dostoyevski, Turguenev o Clarín, Ibsen, Maeterlinck, Rubén Darío, Amado Nervo, Paul Verlain o Francis Jammes, entre otros muchos.
A García Montero, puntualiza, hacer este libro le ha interesado por varias razones que van desde “reivindicar” la lectura en una época en la que el libro “formaba parte fundamental de la identidad cultural de las sociedades”, hasta desterrar la creencia de que era un poeta “inspirado” que parecía que tenía una “fuerza telúrica” que hablaba “espontáneamente pero sin formación ninguna”. Si algo está presente en este ensayo, es la “encrucijada perpetua” en la que estuvo siempre inmerso García Lorca: “Él negoció su identidad como poeta y homosexual, como persona que se sentía rebelde en la sociedad en que vivía, en el romanticismo”. Por eso los escritores románticos que leía con su familia fueron faro de guía. Si no lo hubieran asesinado ese 19 de agosto de 1936, por sus manos hubieran seguido pasando centenares de libros, entre los que podría haber leído, como piensa García Montero, Retornos de los vivo lejano de Rafael Alberti. - Efe