E n dos ocasiones recientes, políticos y tele han ido de la mano en situaciones casi cómicas que más tienen de ridículas que de escandalosas, y muestran palmariamente profunda vinculación entre dos actores de la vida social mediatizada por la presencia de cámara y micrófono en cualquier momento, en cualquier circunstancia y por supuesto, en cualquier escenario del azul planeta. Las imágenes de la televisión lo bañan todo, lo cambian todo.
En dos circunstancias similares, dos políticos han tomado la sabia decisión de anteponer su presencia pactada o no ante las cámaras sobre sus obligaciones profesionales de asistir a una reunión o participar en una votación. Este relegar una actividad por salir en la tele, demuestra que la gran mayoría de nuestros actores sociales, de nuestros políticos saben de la importancia, relevancia y poder social de los medios, y en especial de la hoy mal llamada pequeña pantalla, desde el smartphone hasta el gigantesco plasma o wideworld capaz de impactar al personal con el gigantesco tamaño de las imágenes expuestas.
Más allá de los escasos momentos de gloria que Warhol pronosticaba para casi todos los mortales en algún momento de nuestra precaria existencia, la tele de hoy en día juega papel definitivo en acercarnos la realidad/actualidad a las vidas de millones de anónimos ciudadanos, construyendo una narración informativa de actualidad, que consumimos con voracidad descontrolada.
Los citados protagonistas de estas actitudes frente a la tela, son dignos ejemplos demostrativos de que la política se construye en las pantallas, no en las cámaras legislativas frente a los escaños de la oposición. Los dos polluelos, aprendices de brujo mediáticos, hicieron bien en acercarse al calor iluminador de la tele, que lo demás puede esperar y que lo fundamental en el ejercicio político de hoy es tener huella mediática.