la potencia televisiva se manifiesta a la hora de las retransmisiones, puntas de lanza de la capacidad de este medio para hacer de la inmediatez deslumbrante, narración que acerca los espectadores al lugar de los hechos y dota a la retransmisión de mágica manera de ver la actualidad. Ningún medio puede igualar la fuerza narrativa de este moderno medio audiovisual, y en consecuencia la peor enfermedad que puede atacar a una retransmisión en la tele es la del envaramiento, previsión de secuencias y aburrimiento de imágenes, momentos y escenas. Salvo el canal 24 horas de RTVE , no es frecuente contemplar retransmisiones políticas en las teles de la hispana aldea global. Los plenos de control parlamentario al gobierno, que se suceden todos los miércoles, los plenos de investidura y algún otro de notable importancia política son excepciones, ya que las teles cubren este tipo de noticias con videos más o menos abundantes, más o menos cuajados de información y actualidad. En el negocio de las teles, se habla de retransmisión institucional, cuando la dinámica de lo que se cuenta obedece a un rigorismo en la selección de planos, duración de las tomas, determinación de los ángulos elegidos para contar lo que hacen sus señorías en tal selecto edificio. Estas retransmisiones parlamentarias ocasionales o habituales repiten la misma historia y nos dejan un regusto de historieta deja vu, reconocida por los espectadores que echan de menos un poco de frescura, aire renovado, y maneras distintas de ofrecer debates, discusiones y peleas verbales entre los depositarios de la soberanía, que de forma autómata suben a la tribuna, enchufan micrófonos, toman agua y se dirigen al ágora con maneras, modos y actitudes repetitivas que llegan a aburrir y trasladan una imagen poco atractiva de la comedia del arte política.
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