IRUÑEA - Gracias al premio Barnasants (2014), el cantautor Jabier Muguruza pudo “recuperar la relación afectiva con esas canciones a las que se tiene más cariño” en un emocionante concierto en directo que tuvo lugar en marzo, cuando subió al escenario acompañado artistas como Feliu Ventura, Meritxell Gené y Mariona Castillo. Esta retrospectiva musical que fusionó el castellano, el euskera y el catalán dio lugar a la grabación del álbum Barnasants 2015. Unos meses después llega Tonetti anaiak, su nuevo disco de estudio.
Suele suceder con los músicos que tras la edición de un trabajo en directo caen en un punto de inflexión, ¿ha sido su caso y el del presente compacto?
-No, yo creo que no... En realidad soy una persona bastante metódica con mi trabajo, publico habitualmente cada dos años, llevo un ritmo constante. Lo que sucede es que este año se ha dado una circunstancia excepcional. A raíz del premio Barnasants, que nos concedieron el año pasado, nos ofrecieron hacer un concierto especial, con invitados. Pero no le daría una importancia fundamental, no ha sido el caso del artista que ha sentido la necesidad especial del directo y, a partir de ahí, se plantea otra etapa. Yo lo veo muy ligado a discos anteriores pero con un enfoque diferente.
Sus nuevas canciones miran hacia el jazz pero queda claro, tras escuchar ‘Ez da komeni exajeratzea’ (’No conviene exagerar’), que no hay que preguntarle por la música que le ha influido...
-(Risas) ¡Qué bien! Creo que uno no es consciente de sus influencias, pero no solo en la música, en cualquier otra faceta de la vida. Hablar de influencias es un poco osado. Y en la música en concreto, cuando se dice que a mí me influyó éste o este otro, me entra un poco la risa porque creo que no se sabe... Igual te influyó más lo que escuchabas de crío que los artistas que tú te piensas, que son gente a la que admiras, y decir que te han influido es mucho decir.
Es triste, ¿pero todavía necesitamos muchas Katrine Switzer, atleta que protagoniza el primer single del álbum?
-Aunque parezca mentira hacen falta muchas Katrine Switzer y muchos hombres que estén facilitando la participación de las Katrine Switzer en las carreras. Esto es algo que yo vivo muy de cerca en mi localidad, en Irun, con el tema de las fiestas... Por no hablar del goteo incesante de muertes. Es como el tema infantil, “¿siempre aparecen niños en tus discos?”. Sí, siempre.
Musicalmente, las canciones de Jabier han vivido un giro intimista, bonito, al margen de la temática que toquen.
-La reivindicación está ahí, pero dentro de mi tono, que no es enfático, no es de chaparrón, es de sirimiri, es suave, es de sugerir cosas... Y esta es una constante indudable en toda mi trayectoria. Es mi registro, no me convence tanto el énfasis, prefiero contar una cosa para que la gente saque sus conclusiones una vez escuchada, sin ninguna duda.
Rodeado por un cuarteto fantástico, ¿cuál ha sido la filosofía a la hora de dar forma al grupo?
-Está bien la denominación de fantástico porque son unos músicos impresionantes, una maravilla. Yo iba detrás de una sonoridad que no sabía muy bien cómo explicar al arreglista, Mikel Azpiroz (también responsable de los teclados, pianos y Hammond)... Pero al final llegamos a entendernos, y no solo me entendió sino que fue capaz de plasmarlo con unos músicos de jazz, de campanillas, tocando en un auditorio de acústica estupenda, en directo. Y sin utilizar efectos, apenas una gota de compresión en la voz. Esto es lo que yo buscaba sin saber muy bien lo que buscaba.
¿El formato de músicos es algo que depende de cada concierto?
-Rodar con todos va a ser más complicado. Ya hemos hecho uno los cinco, pero hay unas necesidades económicas que en estas circunstancias lo hacen difícil. Así, el resto de presentaciones las estamos realizando Mikel Azpiroz y yo.
Eso implica una reelaboración de los temas, ¿algo que también sucederá con los temas de discos anteriores que interprete?
-Exacto. En cualquier caso, trabajar con Mikel codo con codo, salir al escenario con un pianista de ese nivel, que consigue esos ambientes, es un lujo. Lógicamente se pierden matices que consigues con el resto de instrumentos, pero, a la hora de cantar, puedo jugar más que con la banda.
Tonetti anaiak, más que unos payasos, son todo un referente en el imaginario popular, ¿cómo nace la idea y el porqué de ‘centrar’ este trabajo en su figura?
-Por una parte está el recuerdo que tengo, lo que suponía que viniera el circo al pueblo, y los payasos Tonetti eran algo muy potente. También está la foto de la carátula del disco, tan ilustrativa, en la que aparezco con mi padre junto a ellos... Y, posteriormente, el recuerdo del suicidio de uno de ellos. Pero el punto de partida de esta canción, que da título al disco, se dio, precisamente, en Pamplona, viendo la película Emak bakia, invitado por su director, Oskar Alegria.
¿Qué ocurrió?
-En el coloquio posterior se me ocurrió una reflexión, levanté la mano y la comenté, sin pensar en el disco ni nada. Tenía en la cabeza el suicidio de uno de los Tonetti, pero Oskar me tranquilizó con su película al enseñarme que un clown no muere nunca. Ahí se quedó la cosa, madurando, y fíjese hasta dónde ha llegado. Con Oskar ya tengo una relación de amistad, creo que tiene una forma de mirar la realidad muy interesante, me parece muy sugerente lo que propone. Más allá de los payasos, tiene una mirada muy rica.
De nuevo ha vuelto a contar con varios colaboradores para los textos, la mayoría habituales en sus trabajos. En esta ocasión, ¿les ha dado una premisa común o han trabajado a su libre albedrío?
-Cada caso ha sido diferente. Con Harkaitz estábamos charlando y salió la historia, que hace referencia a que todo parece estar bien; si preguntas a la gente así lo dicen, pero si rascas te das cuenta de que estamos pasando unos tiempos muy difíciles. Sin ir más lejos, en la música, no hace falta indagar demasiado para darse cuenta de cuánta gente hay metida en casa con una gran depresión. A pesar de que entendíamos la situación, nos dimos cuenta de que habitualmente no hablábamos de nosotros mismos sino que nos cubríamos, y ya está. Y de ahí surgió esta letra, que creo es muy hermosa. En el caso de Iñaki Irazu, como en ocasiones anteriores, ya le puedes decir misa que él va a hacer lo suyo (risas). Viene con su carpeta, con cuarenta o cincuenta textos, y yo elijo; como además no le gusta publicar, aunque tiene varias editoriales detrás, todo lo que sale es a través de los discos de Jabier Muguruza. Y Lourdes Oñederra y Gerardo Markuleta también han hecho lo que han querido.
Dice Cano, en la letra de ‘Beti ondo daudenen gezurrak (Todo bien, no tanto)’, que la verdad puede ser radiactiva, nada práctica y solo apta para superhéroes, ¿por qué?
-Creo que es una crítica hacia los superhéroes, en el sentido de que si aparece la verdad, los superhéroes se evaporan.
¿A dónde lleva la reflexión de “no conviene exagerar”, que protagoniza el tema al que da nombre?
-Muchas veces tenemos unas formas que no son las más adecuadas para nosotros mismos. Es una forma de recriminar esas actitudes tan estupendas del tipo “no podría vivir lejos del mar”; ¡claro que podrías! Se trata de tomar una distancia sobre las cosas y no dramatizar demasiado. Vivimos en un momento en el que todo tiene que ser estupendísimo, que no entronca con los que nos reivindicamos artesanos de la música. Es algo que también se está dando en la cultura, en general, en la que parece que todo tiene que ser maravilloso y eso desemboca en fuegos artificiales.