La primera reunión se produjo en junio de 1985. Varios progenitores de estudiantes que por aquel entonces eran parte de la escolanía de la ikastola Olabide se preguntaron si eran capaces de unir su pasión por cantar para crear un coro. La respuesta sigue siendo hoy, 30 años después, la Coral Lautada Abesbatza. Rosa Soldevilla fue su primera directora y con ella se inició un camino que a lo largo de estas tres décadas ha recorrido escenarios tanto cercanos como internacionales, una senda que no se detiene y que el próximo sábado 28 vivirá una celebración compartida con el público en el concierto especial que se producirá en el Conservatorio Jesús Guridi.

No estuvo justo en ese instante del arranque pero Mikel Gallastegui, actual presidente de la coral, no tardó mucho en llegar a sus filas. “Cuando vine de Bilbao, mis hijos entraron en Olabide. Allí conocí el proyecto, me gustó, pedí que me admitieran y hasta hoy”, recuerda con una sonrisa. Tampoco tuvo muchas complicaciones Iñigo Gamarra, que ahora ejerce de secretario, ya que “ensayaban en el barrio (Gazalbide) y un buen día me atreví a entrar”. Marian Peciña, por su parte, había cantado de niña y de joven, pero la maternidad supuso abrir un pequeño paréntesis “aunque sabía que más tarde o más temprano iba a terminar en un coro”. De hecho, hoy milita en tres, siendo además la tesorera de Lautada.

Ellos son parte de una agrupación de 52 coralistas que desde 1993 trabajan bajo la batuta de Jesús Merino, quien tomó el relevo a Carlos Fernández Orive. Cada lunes y jueves se reúnen de ocho y media de la tarde a diez de la noche, un trabajo que no les pesa. “Puede que sea un esfuerzo, pero estás haciendo lo que te gusta”, remarca Gamarra, al tiempo que describe como “hay, por ejemplo, gente que se ha jubilado, que ahora tiene más tiempo y que lo está dedicando también a retomar sus estudios musicales”.

De hecho, señalan que en el ADN de la formación está siempre querer ir un paso más hacia adelante. “La evolución musical siempre ha ido hacia arriba y en los últimos años hemos introducido incluso instrumentos. Ponerse retos es algo que también anima a la coral”, relata Gallastegui, más allá de que tanto él como Gamarra lamenten que “Lautada ha dado muchos pasos pero sin el reconocimiento que tienen otros coros”.

De aquel primer concierto el 1 de diciembre de 1985 hasta el que ofrecerá el sábado como colofón a su trigésimo aniversario, la agrupación no ha parado. Ha participado en diferentes concursos e intercambios, ha actuado en países como Portugal, Francia, Italia, Croacia y Holanda, ha sido pionero en actividades como los recorridos corales navideños por las calles de Gasteiz (una iniciativa ahora institucionalizada y compartida)... Todo ello a pesar también de sufrir, como todos en general y como la cultura alavesa en particular, los efectos de esta última crisis económica. “Hacemos lo que podemos. Nos mantenemos con el dinero que aporta cada coralista y con lo que ganamos de actuar”, describe Peciña. Aún así, ellos y ellas no se dejan vencer y el próximo 19 de diciembre en la iglesia de Los Ángeles celebrarán, por cuarto año, un concierto benéfico a favor de Bultzain en el que también participarán la Coral Araba y el Coro Gazteok.

Como una familia “Nuestro director suele decir muchas veces que cuando un coro dura 30 años es por algo”, dice Gamarra, quien recuerda que en todo este tiempo en el coro no ha habido muchas salidas y entradas (él es el más joven y lleva 18 años). “Un coro es como un ser vivo, tiene sus problemas pero éste ha sabido adaptarse porque le une algo más que la música”, subraya.

En este sentido Peciña añade que “claro que hay tiras y aflojas pero no tienes más que saber comportarte. Hay ocasiones en las que haces un intercambio o un viaje y compartes muchas horas juntos, convives a todas horas, es como estar, entre comillas, en una familia”. Esa conexión se ve cuando se les pregunta por un momento especial que recuerden de estas tres décadas. Coinciden sin dudar: la actuación en la Basílica de San Pedro, en Roma. Fue el 29 de abril de 2005, justo cuando Juan Pablo II había muerto y había sido elegido Benedicto XVI. “Aquello fue diferente a todo, muy especial”, rememora Peciña. Tanto que, como ríe Gallastegui, supuso el primer viaje en avión del coro.

El presidente, eso sí, se pone un poco más serio a la hora de pedir su deseo para el futuro. “Una de las debilidades de nuestro coro es que no hay una generación de gente joven detrás. No es porque no queramos. Es porque la cuestión económica tiene su peso. El mantenimiento de un coro es prácticamente imposible. Es que nosotros no tenemos ni local propio, estamos en un espacio del Ayuntamiento de Vitoria. Hacemos esto porque tenemos ilusión, porque nos llevamos excelentemente bien y porque tenemos unas ganas terribles de seguir adelante y hacer cosas. Por eso duramos 30 años y queremos durar muchos más, pero está claro que sería deseable tener una renovación”.

Eso sí, Gamarra está convencido de que ese paso se dará. Por eso quiere que en el futuro el coro quiera “seguir generando proyectos y seguir cada año dando pasos, afrontar nuevos retos que dejen a los actuales en una tontería, que se nos queden pequeños”.