madrid - Rafael era su dios y la huella de su obra está presente en Picasso, al que fascinó. Ingres miró el pasado pero inició la aventura moderna con una pintura de una originalidad especial que se exhibe en el Prado, en la primera monográfica organizada en España sobre el artista francés.
Con obras maestras que en escasas ocasiones han salido de Francia, como La gran odalisca o El sueño de Ossian, o iconos del retrato como La condesa de Haussonville o La señora Moitessier, la muestra organizada con la colaboración de la Fundación AXA ha sido posible gracias a importantes préstamos del Museo del Louvre y la participación del Museo Ingres de Montauban. La exposición, que se inaugurará el lunes, está compuesta por más de 60 obras que acercan al visitante “a una de las cotas más altas de la pintura europea del XIX”, según el director del Prado, Miguel Zugaza. Vincent Pomarède, del Museo del Louvre y comisario de la muestra junto con Carlos G. Navarro, ha querido con su selección de obras “descubrir al público a este inmenso artista francés” y hacerlo con una idea que se basa en insistir en que Ingres “no es un artista académico”. Pasó por la Academia “pero no es un academicista. Es un apasionado que busca novedades”, que abordó de forma original las corrientes de su época y que recreó de igual forma a los románticos, realistas o clásicos. “Pero no es el maestro neoclásico que se ha querido presentar en la historia del arte”.
Ingres fue opuesto a Delacroix, “ambos se odiaban”, y su referencia es Rafael, aunque tuvo una relación fuerte con la corriente neoclásica de Jacques-Louis David. Ejemplo de su práctica neoclásica es su obra de juventud Aquiles recibe a los embajadores de Agamenón. Desde muy joven Ingres se dedicó a hacer retratos de la burguesía parisina y también del poder. Ejemplo de ellos son Napoleón Bonaparte, primer Cónsul y el impresionante retrato de Napoleón I en su trono imperial, que no fue muy bien acogido por la crítica. Otra de las obras que se contemplan en el recorrido es Edipo y la Esfinge, en la que el artista quiere modernizar el gran desnudo masculino. En la muestra se exhibe también una selección de dibujos que sitúan a Ingres “como uno de los mejores dibujantes de la historia de la pintura del siglo XIX”.