bilbao - Finales del verano de 2005. Más de 70.000 espectadores compartieron las vacaciones clandestinas de los Etxebeste en las salas de cine. Tras varios años sin estrenos de ficción en euskera, el público euskaldun volvía a ocupar las butacas para disfrutar de la comedia dirigida por Asier Altuna y Telmo Esnal. Este es el origen de la tesis doctoral elaborada por Miren Manias, investigadora de la facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU, en la que analiza la financiación y viabilidad del cine en euskera desde aquel 2005 y hasta el año 2012.

Defendió su tesis a finales del mes pasado, un trabajo en el que ha estado sumergida los últimos cuatros años pero que tiene su origen mucho antes.

-Así es, porque surgió cuando estaba en la licenciatura de Comunicación en la Universidad de Mondragón. Como proyecto final de carrera analicé la producción del cine vasco, y más concretamente el hecho en euskera. Para ello, me centré en tres películas: Aupa Etxebeste, Kutsidazu bidea, Ixabel y Eutsi!. Hablando con los productores y directores me di cuenta de que en Euskal Herria hacer una película era complicado en términos económicos y que su mayor preocupación era la viabilidad económica del cine en euskera. Ellos tenían claro que querían rodar en euskera, pero era bastante complicado. Vi que no se había realizado prácticamente ningún trabajo de investigación sobre ello y me lancé a hacer la tesis.

¿Cuál es la base de sus planteamientos?

-Partíamos de la hipótesis de que desde 1989 hasta 2005 no había ninguna película de ficción íntegramente rodada y estrenada en euskera, por lo que estamos hablando de dieciséis largos años. De repente, en 2005 aparecía una película, en 2006 otra, en 2007 otra más... y desde entonces se ha producido todos los años al menos un producto audiovisual de ficción en nuestra lengua. Ante eso, me pregunté: ¿Por qué? Para entenderlo hay que dar marcha atrás hasta el inicio de la década del 2000, cuando el Gobierno vasco y ETB comenzaron a implantar una política audiovisual centrada en ayudar a producir películas vascas. Queríamos comprobar si estos dos hechos tenían relación entre sí.

¿Y la tienen?

-Desde luego. Hemos comprobado que es así, es decir, que es evidente que esa política de la que hablamos y por la que se apostó ha sido un impulso para lo que estamos viviendo durante los últimos años. El cambio que ha sufrido el cine en euskera tiene mucho que ver con la implicación del Gobierno vasco y de ETB, que han demostrado su voluntad de proteger y ayudar a producir cine vasco, y no solo en euskera, sino también en castellano. Tenemos una producción audiovisual potente, de buena calidad, tanto en animación como en ficción, y la producción de largometrajes es brutal.

Habla de cerca de dos décadas de sequía en la ficción cinematográfica en euskera. ¿A qué lo atribuye?

-Hay que tener en cuenta que el audiovisual vasco ha estado ligado al contexto sociopolítico del momento. Además, en los 80 muchos cineastas decidieron marcharse a Madrid y Barcelona porque aquí la situación era difícil; no había medios económicos y el tejido técnico e industrial no estaba muy desarrollado. Eso tuvo su consecuencia en la producción, ya que apenas hubo, y lo que se hizo fue en castellano. También hay que recordar que vivimos una dictadura y un periodo de transición. Todo ello influyó en la producción cultural en euskera. Es un cúmulo de factores que explican por qué hubo menos producción cinematográfica en euskera hasta 2005.

Precisamente ese año se estrenó ‘Aupa Etxebeste’, que usted define como un “punto de inflexión”.

-Sí, creo que lo fue por varias razones. Primero, porque hasta entonces había habido muchos años en los que no había largometrajes de ficción en euskera y la audiencia los reclamaba. Segundo, porque se dejó atrás la temática ligada al conflicto político vasco, muy utilizada en los 80 y 90, y se apostó por tratar temas diferentes. En esta nueva etapa se trabajó mucho la comedia y temas como la familia o el caserío. Se empiezan a ver otro tipo de productos dirigidos a una audiencia más amplia y los directores tratan de recuperar el contacto con los espectadores vascos. Prueba de ello son los datos de Aupa Etxebeste en cines comerciales, cerca de 70.000 personas. Es una cifra que no ha vuelto a conseguir ningún otro producto audiovisual de ficción en euskera hasta el momento. Diríamos, por tanto, que como primer objetivo se puso el recuperar al público en casa y que luego la calidad de los productos ha ido mejorando. Hoy en día estos tres pilares de comedia, familia y caserío se han dejado un poco de lado y se han tratado otras historias como las de 80 Egunean y Loreak.

¿Cree que el gran éxito del que ha gozado la cinta de Jose Mari Goenaga y Jon Garaño podría abrir una nueva etapa?

-Nosotros creemos que sí vendrá a marcar un segundo punto de inflexión, pero habrá que esperar unos años para confirmarlo. Lo que sí esta claro es que algo está cambiando en el cine en euskera. Loreak ha sido la primera película en la sección oficial del Zinemaldia, pero además ha estado nominada a los Goya y se ha movido por festivales de todo el mundo. Hace unas semanas se ha estrenado en versión original en Estados Unidos y en cines comerciales ha superado los 60.000 espectadores. Quizás el hecho de que haya ido a los Goya ha provocado que se ponga el foco en lo que se hace aquí. Eso me hace replantearme hasta qué punto los vascos sabemos lo que producimos. Siempre se han hecho cosas, y muy buenas, pero nos falta ponerlo en valor.

Habla de que esas primeras películas buscaban reconciliarse con el público local, pero menciona que ninguna otra ficción en euskera ha repetido tales datos de audiencia. ¿Por qué no acuden los espectadores vascos a ver cine en euskera?

-Hay varias razones, no una en concreto. No tenemos costumbre de consumir productos audiovisuales en euskera y creo que nuestra televisión autonómica podría potenciar eso mediante los subtítulos y el doblaje, o introduciendo de forma normalizada contenido en euskera en ETB-2. Tampoco ayuda que tengamos una financiación tan limitada que casi la totalidad del presupuesto se destine a la preproducción y postproducción, dejando muy poco para la fase posterior al estreno, la de promoción. Es muy complicado y estamos aprendiendo, pero aún no hay diseñada una estrategia en este aspecto y que quizás instaure una discriminación positiva para que nuestros productos lleguen en unas buenas condiciones a los cines. Hablo de horarios y de un periodo mínimo en salas, es decir, que no vale con que esté una semana y solo se pueda ver a las doce de la noche. Ayudaría que se pudieran ver en fin de semana y a las diez de la noche, por ejemplo, que es cuando la mayoría del público va al cine.

¿Y fuera de nuestras fronteras?

-En cinematografías pequeñas como la nuestra, los festivales de cine son piezas fundamentales a la hora de exportar nuestros productos. Estar en ellos es clave para enseñar lo que hacemos y crear contactos con los que construir redes. Nuestro cine es muy interesante para la gente de fuera, les resulta exótico. Resulta paradójico, pero muchas veces parece que la audiencia de fuera tuviera más interés en nuestros productos que nosotros mismos. No obstante, creo que vamos por el buen camino y debemos explotar todas las opciones que nos ofrece Internet. Las nuevas plataformas digitales juegan un papel fundamental a la hora de mostrar nuestro cine, y es algo en lo que no se ha trabajado mucho aún. El cine en euskera tiene dos quehaceres: cuidar la producción en casa y fomentar el consumo fuera. Para eso tiene que pensar en hacer dos tipos de productos.

Algunos hablan de 2014 como el año del cine vasco...

-Yo no tengo esa sensación, porque creo que lo que estamos viendo simplemente refleja una parte de la realidad: se pusieron en marcha mecanismos con el fin de promocionar el audiovisual vasco y ahora estamos recogiendo esos frutos que sembramos. No obstante, y aunque como industria se está afincando cada vez más, estamos todavía lejos de generar una producción continuada. Lo que hay es una nueva generación de cineastas que quieren superar toda la cadena de valor, es decir, que saben crear productos, rodarlos y estrenarlos. Tenemos una industria sólida con unos recursos económicos propios, pero también hay otros puntos débiles a trabajar como puede ser la escasa financiación privada.