Hoy su labor ya está en marcha. Por delante, unas jornadas intensas en las que trabajar entre cinco y siete horas diarias con los 40 componentes que este año han respondido a la llamada anual de la Txiki Txiki Big Band, proyecto auspiciado por Ana Isabel Bravo, que en el arranque de cada verano toma Rioja Alavesa en el marco del festival Música entre Viñedos, iniciativa que ella también coordina junto a la Ruta del Vino y la Cuadrilla.

Puede parecer un exceso para una sola persona, aunque Bravo recuerda que el año pasado no pudo estar de manera directa en la tercera edición del certamen por su maternidad y tenía “una envidia y unos celos tremendos”. Y eso que quienes le acompañan en el proceso pedagógico en la Txiki Txiki recuerdan que “estaba omnipresente; estábamos todo el rato: Ana, vete a casa”, ríen Iosu Izaguirre, Elena Ibarzabal y Paco Galve, encargado de llevar la batuta en 2014. “Fue un lujo. Me dejó a cargo de sus niños y aunque Iosu y Elena estaban ayudando en todo momento, los ensayos y el concierto los tuve que llevar yo y fue fantástico”, apunta el director de la Escuela Luis Aramburu, que recuerda cómo, además, a la última actuación pudieron acudir sus padres “y eso ya fue la guinda”.

En este sentido, los cuatro coinciden en que la experiencia va más allá del contacto educativo con los instrumentistas y vocalistas de la banda, compuesta por jóvenes de entre 9 y 21 años llegados desde distintos puntos de Álava y territorios cercanos. “Lo importante es la convivencia con ellos y los montones de momentos que compartes. Hay mucha relación. Es evidente que es duro porque al final son nueve días intensos y hay algún instante en el que piensas: el año que viene no repito; pero aquí estamos”, describe Ibarzabal, al tiempo que Izaguirre resalta que “por lo menos para mí, es un aprendizaje. No había hecho este tipo de cosas hasta que empecé a colaborar con la Txiki. Y es muy enriquecedor. Tú no terminas de ver qué puedes aportar realmente y sin embargo luego uno de los chavales se te acerca un martes a las siete de la tarde y, mientras se come una manzana, te dice: me has ayudado mucho aquí. Y ahí sabes que esto merece la pena. Esas sensaciones son adictivas y vuelves a repetir”.

Todo ello a pesar, eso sí, de que estos días suponen renunciar a parte de sus vacaciones. Claro que “el trabajo no es tan complicado. El curro de verdad se lo pega Ana durante todos los meses previos. Nosotros llegamos, por así decirlo, a mesa puesta”, apunta Izaguirre, que simplifica su labor asegurando que “te juntas con ellos, vas trabajando las canciones, les cuentas un poco cómo afrontar ese papel que tienen delante y ya está. Se trata de poner un poco de orden pero tampoco es tan complicado y en realidad es algo muy agradecido. Los chavales te dan cosas que no obtienes en un rato de piscina”.

Tal vez por eso, Bravo admite que en su vuelta a Rioja Alavesa este año “estoy nerviosa”. “El principio básico de todo lo que hacemos es que los componentes de la banda tienen que aprender y, en ese sentido, hay que buscar un repertorio en el que haya simplicidad pero también exigencia”. Ahora bien, a la concentración iniciada ayer, los músicos llegan ya con las partituras estudiadas en casa, una preparación en cuyo proceso tienen también a mano a Bravo a golpe de WhatsApp. “Estoy en el grupo de los alumnos, de los profesores, de los técnicos, de...”, resopla la responsable de la big band y de Música entre Viñedos. Y es que el festival en sí, que este año va a ofrecer actuaciones en todos los municipios de la comarca, es otro esfuerzo más, una programación en la que, por cierto, Galve con la Banda de Música de Agurain e Izaguirre con Taxi también van a tener una presencia propia.

Sin parar De hecho, esa dinámica de ensayo y luego concierto se antojó el año pasado demasiado densa para los profesores. “Así que terminamos haciendo ensayos algo más cortos porque los chavales parecían cansados y cuando lo hicimos, ellos fueron los que nos preguntaron que a ver a qué venía aquello, que querían tocar más”, recuerda Ibarzabal.

“Parece una maratón pero tengo alumnos que el año pasado fueron y los padres comentaron luego que no sabían qué es lo que habíamos hecho con sus hijos pero que habían vuelto con un chip totalmente cambiado con respecto a la música, que antes les tenían que decir que estudiasen y después que no lo hagan tanto”, describe Galve. Al fin y al cabo, “esto no deja de ser una familia que Ana Isabel reúne una vez al año”, añade Izaguirre. Ninguno de los cuatro, además, se olvida del trabajo que realizan los tres monitores que acompañan a los miembros de la Txiki Txiki. En este 2015, los tres son también músicos y, de hecho, dos de ellos han sido componentes de la agrupación. “Creo que se vienen con los instrumentos”, sospecha Bravo con una sonrisa.

Como describe Galve, “aquí lo bueno es que no estás solo, sino que te juntas con un montón de gente que toca otros instrumentos, haces música y convives”, un trabajo que, además, supone estar en contacto permanente con la gente de Rioja Alavesa, que después de cuatro ediciones “nos está esperando”.

Es más, Bravo tiene palabras especiales para personas como “el alcalde Navaridas, que es un crack. Siempre nos dice que a ver cuándo hacemos el concierto grande de la Txiki allí”. En 2014 no pudo ser (tampoco este año), pero sí se realizó uno de los ensayos abiertos que siempre lleva a cabo la formación en varias localidades antes de su actuación estrella al final de Música entre Viñedos. Son pruebas con público en el que los profesores reconocen que no se cortan aunque les acompañen los espectadores. “Es una semana en la que estás expuesto a todo así que te terminas acostumbrando. De hecho, al final estás muy cómodo y se hace muy liviano”, dice Bravo, al tiempo que apunta que “además los chavales cambian su mentalidad y consiguen subir un escalón puesto que aunque sea un ensayo, hay gente delante y quieren hacer las cosas lo mejor posible”. En 2015, antes de la cita final en Elciego, estas pruebas preparatorias se harán en Lapuebla de Labarca, Villabuena y Yécora.