Gasteiz - Son miles los alaveses que han tomado parte, desde mediados de los 80 hasta hoy, en un proyecto en el que educación, cultura y zona rural se unen. Paraíso, Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud, sopla las velas de estas tres décadas trabajando y compartiendo su experiencia con otros colegas europeos, que estos días están en Álava.
Celebrar en estos tiempos un aniversario de 30 años en algo que tiene que ver con cultura y educación, ¿es un milagro?
-Es todavía más milagro porque a eso que dices hay que añadirle un tercer concepto como es el del contexto rural. Tras esta devastadora crisis que afecta profundamente a la cultura, que tengamos en Álava un proyecto que ha podido cumplir 30 años y que además esa iniciativa esté ligada al territorio rural es realmente a destacar. Y no diría tanto un milagro, porque puede darse la sensación de que ha pasado por casualidad y de eso nada. No fue Paraíso quien dio los primeros pasos, hay que recordarlo, sino la propia Diputación en la figura de Armando Llanos. Él pensó que era necesario articular una apuesta con vocación de democratizar la cultura, es decir, dar la posibilidad a los niños y niñas que estaban fuera de Gasteiz de encontrarse con el arte en general y con las artes escénicas en particular.
Pero hay que mantener la iniciativa durante tres décadas.
-Eso es producto de las complicidades que se han ido estableciendo a lo largo de los años. Para empezar, dentro de la propia Diputación, independientemente de los cambios de partidos que se han producido. Y después están también las complicidades con el profesorado, con los animadores socio-culturales de cada una de las cuadrillas que han arropado el programa, con los artistas que han participado...
Cuando la Diputación se pone en contacto con Paraíso en los 80, el grupo llevaba como unos diez años de funcionamiento. ¿Ha sido también un aprendizaje para la compañía de Abetxuko?
-Fue todo un reto, sin duda. Me acuerdo a la perfección del día que nos lo planteó. Éramos muy jóvenes y Armando tuvo la osadía de confiarnos este proyecto en un momento en el que teníamos muchas ganas pero también mucha inexperiencia. Fue algo que nos marcó mucho en nuestro desarrollo como Paraíso.
Han cambiado muchos las personas, la sociedad, la educación... ¿y las estructuras para la representación en la zona rural también o no tanto?
-Es evidente que 30 años dan para mucho. Cuando empezamos se trabaja mucho en las infraestructuras de proximidad, que eran y son los centros escolares. También estábamos mucho en las infraestructuras que ya existían en algunos lugares que, fundamentalmente, eran deportivas. Hoy podemos decir que tenemos algunas infraestructuras escénicas importantes en el territorio. Así sucede en Amurrio, Agurain, Dulantzi, Aramaio, Santa Cruz de Campezo, Nanclares de la Oca... Se ha generado una demanda, con El Teatro llega a la Escuela y por supuesto con otros proyectos, que ha llevado a tener una necesidad de que existan estas estructuras escénicas a lo largo del territorio. Hoy estamos bastante bien dotados en este sentido, a excepción de Llodio, que no acaba de terminar de desarrollar su proyecto de teatro. Pero en general, en relación a la población que tenemos, estamos en condiciones y de eso hay que felicitar a la sociedad alavesa en su conjunto, que ha sido capaz de hacer este desarrollo. La sociedad es muy diferente a la de 1985. Estábamos en unos años muy dinámicos en diferentes aspectos, en un territorio distinto al de hoy pero con el que también hay puntos coincidentes porque esta crisis nos ha llevado a recuperar algunas esencias sobre la necesidad de desarrollar una sociedad más democrática, sobre la participación de la ciudadanía en el desarrollo de los proyectos políticos, sociales, culturales... En eso, con todas las salvedades, aquellos y estos momentos se parecen.
Es evidente que el paso del tiempo también se traduce en no pocas generaciones que han participado en este programa.
-Gente que cuando se encuentra contigo te regala la memoria con las cosas que vieron en su momento. Mira, el otro día hablaba con Esteban Salazar, que fue un niño del colegio de Nanclares que después pasó a convertirse en técnico de teatro y a trabajar con Paraíso. Más allá de que te das cuenta de que te vas haciendo mayor porque el tiempo pasa para todos, es bonito porque ves que la cultura y la sociedad han ido tejiendo a la par. Y hablo de cultura porque éste nunca ha sido un proyecto solo de teatro, sino ha sido de literatura, danza, música... tratando siempre de trasladar que el arte es importante para el ser humano porque es una herramienta de expresión y educación. La cultura está con la persona desde que estamos en la tierra. Es una característica propia de nuestra naturaleza. Necesitamos el arte para seguir siendo como especie.
A corto y medio plazo, ¿es cuestión de mantener los objetivos, de ir más allá, de ir a menos...?
-Mañana, en el acto de celebración que vamos a desarrollar en el Bellas Artes de Álava se va a presentar un pequeño documental que ha hecho Ander Elorza donde se recogen algunas voces de algunos participantes en la campaña de este año, profesores, familias, espectadores... y hay un momento de celebración pero también lagunas en las que hay que seguir trabajando. Hay que seguir profundizando en el tema de la educación artística, pero también estamos en unos tiempos de algunos retrocesos porque parece que lo que se lleva es el ocio en el sentido más peyorativo del término. Parece que es sólo cuestión de pasar el rato, sin ningún trabajo de sensibilidad, sin ninguna conexión con la condición humana que le permita a la gente hacerse preguntas e ir más allá. En estos cuatro años, además, hemos conservado el proyecto pero hemos retrocedido en algunos servicios, como el que le hemos dado a los centros escolares con respecto a los autobuses, por ejemplo. No es lo mismo los estudiantes de Amurrio, que tienen el teatro al lado, que quien tiene que ir desde Artziniega. Hay que incentivar también que cada vez que hacemos un proyecto hay que trabajar de manera previa centro a centro, con los profesores. Eso es algo que en los últimos años no hemos podido hacer y que, por fortuna, en este curso hemos podido recuperar. Es que hay que patear la provincia, no se puede hacer el trabajo desde el despacho de Gasteiz, hay que ir centro a centro, localidad a localidad para comprender lo que pasa, para adaptar el proyecto, para escuchar, para construir entre todos.