Encontrar un hueco libre en su agenda es complicado. Hace cuatro años, una propuesta del Festival Internacional de Teatro de Vitoria les unió y de ahí nació Pez Limbo. Desde entonces, el crecimiento ha sido imparable dentro y fuera de Álava, una línea conseguida a base de mucho trabajo y de ofrecer espectáculos que giran en torno a tres conceptos básicos: la cercanía con el espectador en aforos reducidos; la unión de la poética y el humor; y el tratamiento, a su manera, de temáticas sociales, humanas. Ejemplo de ello son propuestas como Lana, ¿Espinazo o callos? y Mamá gallina. “No sabemos parar”, explican Begoña Martín, Raúl Camino y Eduardo Hernando. Tanto que incluso, junto a Sleepwalk Collective, impulsan también el Festival 150 Gramos, una puerta abierta a la escena en los mercados.

“Nos conocíamos de antes, todos habíamos pasado, de una manera u otra y en tiempos diferentes, en Zanguango”, recuerda Hernando. Sin embargo todavía no habían coincido trabajando juntos, una oportunidad que se presentó con Bestiario urbano. “Aquello nos supo a poco. Fue como un aperitivo y queríamos más”, apunta Camino. En aquella propuesta, llevada a cabo en su casa, “la historia tenía que ver con un hombre que soñaba con peces, en las paredes había peces pintados” y de ahí apareció después el nombre de Pez Limbo, comenta Martín.

La confirmación de la línea iniciada llegó con ¿Espinazo o callos?, primero en la plaza de Abastos en el marco de la primera edición de 150 Gramos y, sobre todo, cuando convirtieron 220º Espacio de Cocina Alternativa en su escenario para este montaje.

Gasteiz, Araia, Zaragoza, Madrid, Teruel, Cádiz, Logroño... en cuatro años la lista de localidades visitadas es larga. Y en todas ellas, la acogida no ha podido ser mejor. Las claves, en apariencia, son sencillas.

La primera, las temáticas. “No sé si hacemos un teatro social, lo que hacemos es un teatro humano. Hablamos de lo que nos rodea y eso tiene que ver con la situación económico-político-social”, apunta Martín. Y ahí aparece la segunda, como describe Camino: “nos identificamos con un mundo un poco poético; es una mezcla de realismo poético y de poesía realista” e “intentamos también que haya humor, unas veces más, otras menos”.

La tercera pasa por lo que unos denominan micro-teatro y otros teatro de cercanía. “En esto pasa como en el resto de las cosas, hay piezas buenas y otras malas”, dice Martín, a lo que Hernando señala que esta fórmula tan de moda en los últimos tiempos “no deja de ser una herramienta que utilizas para acercarte al público a contar historias”.

Claro que tener al espectador a escasos milímetros también es un riesgo. Ellos, eso sí, prefieren la palabra morbo. “Es verdad que el público se protege mucho y que si tienes una sala con 20 sillas, se van a empezar a sentar por las de detrás. Hay un punto de generosidad ahí que hace falta que traigan, de comunión con lo que va a suceder, aunque la gente valora mucho ese oler la piel del otro”, afirma Camino.

Todo empieza, eso sí, entre ellos tres, en “una tormenta de ideas (salvo en el caso de Madrigueras) en la que vamos soltando todo lo que se nos pasa por la cabeza y vamos eligiendo la idea que nos ha parecido que estaba como tres escalones por encima de lo posible”, un proceso en el que la improvisación juega un papel fundamental.

Todo ello hay que combinarlo con la gestión de las actuaciones (ellos se encargan de la reserva y venta de entradas, por ejemplo), trabajo que, eso sí, les permite tener un contacto más fluido con el público. Y, por supuesto, con conseguir el objetivo de la rentabilidad, que todavía no está alcanzado.

Con todo, su ánimo está intacto. Para 2015 los planes y las nuevas propuestas se agolpan. Y dentro de poco llegará una nueva edición de 150 Gramos, cuya organización supone mucho esfuerzo y dedicación aunque “es un festival que te compensa, en el que eres anfitrión de compañías con las que haces red y de un público que lo aprecia y se implica”.