la decimoquinta edición del concurso de telerrealidad GH camina a su final, en medio de una serie de avatares que sin alcanzar cotas máximas de audiencia, cumplen las expectativas de Mediaset que ha alcanzado récord en Europa de ediciones de este espacio que pivota sobre Mercedes Milá y Jordi González, entre la gala y el debate para mantener el ánimo de los televidentes que asisten extasiados a los rollos personales, amorosos y circunstanciales de un mogollón de concursantes que han ido cayendo por el camino quedando siete, tras ochenta días de vivencia en la casa de Guadalix.
Punto fuerte de esta producción es el rol, papel y protagonismo de una conductora suelta, libre y espontánea, capaz de entrar en una curva del guión a velocidad prohibida y no estrellarse. Algo parecido ocurrió en la última gala, al presentarse embutida literalmente en un vestido de látex rojo lujuria que dejaba pálidas a las estrellas del porno adornadas de tal guisa. La catalana se masajeaba sin pudor las pectorales partes, amenazando al personal con reventarlas y expandir su amplia fisonomía a los cuatro puntos cardinales en un ejercicio de genio y figura hasta la sepultura.
Los responsables del producto siguen explotando al máximo el formato y la figura del Súper Maligno en la figura de Flo ha ayudado lo suyo con un momento estelar al salir ayer de la casa en medio de una tormenta de tartazos que buscaban venganza por los padecimientos de semanas anteriores.
La hawaiana Paula parece destacarse como posible ganadora de la presente edición, una concursante capaz de llenar la pantalla con sus gritos, bipolaridades e interpretaciones histéricas que ha ido eliminando a competidores para quedarse con media docena de bollitos que seguro se los irá zampando a medida que pase el tiempo.