El rockero de la voz nasal está de vuelta. Tom Petty, a sus 63 tacos, acaba de publicar Hypnotic eye (Reprise.Warner), un magnífico disco de rock clasicista y eléctrico, más fiel a sus primeros trabajos de los 70 que a Mojo, su anterior álbum, de filosofía blues y editado hace cuatro años. Petty y sus Heartbreakers advierten en él de los peligros de una sociedad narcotizada. “La gente está hipnotizada, piensa que no se es nada si no se es rico”, explica.
Petty es uno de los grandes, un rockero que está a punto de cumplir 40 años de dedicación a la música y que, a pesar de ello, su figura y sus temas continúan ligados a términos como pureza, naturalidad, frescura y honestidad. Como siempre, gusta de espaciar sus lanzamientos y esta semana acaba de publicar Hypnotic eye, su 13º disco junto a sus fieles The Heartbreakers, una banda modesta pero cuya contribución al rock puede (casi) equiparse con la de The E Street Band de Sprinsgteen o los Crazy Horse de Neil Young.
Cuatro años después de Mojo, un disco que supuraba blues, Petty ha apostado por la vuelta al rock, por un regreso a sus raíces de los 70, aquellos primeros discos que bebían del rock clásico pero se actualizaron con cierta vestimenta “new wave”. Hypnotic eye contiene once canciones nuevas, ensayadas y grabadas en territorio amigo -su local de ensayo en Los Angeles, The Clubhouse, y su estudio casero en Malibú- a lo largo de los tres últimos años. “Primero había que contar con al menos una decena de canciones buenas. Y eso lleva su tiempo”, según el rockero.
El objetivo de Petty -un clásico que ha vendido más de 60 millones de copias y que integró The Traveling Wilburys junto a Dylan, George Harrison, Roy Orbison y Jeff Lynne- estuvo siempre claro: hacer un disco de rock. “Sabía lo que quería grabar, un disco de puro rock del principio al final, algo que no habíamos hecho en mucho tiempo”, ha explicado a la Rolling Stone, que ha definido el CD como “maximun r&roll”. Y lo ha logrado con este álbum, que ya está presentando en una gira por grandes pabellones y estadios de su país mientras trabaja en la reedición de su disco en solitario Wildflowers, con inéditos, en su vigésimo aniversario.
“Nunca pensé estar tan ocupado a estas alturas, pero la banda crece y crece, lo que es un regalo increíble”, asegura. Tiene razón, como constata Hypnotic eye, un magnífico disco al que solo le falta alguna canción inmediata y de tres minutos -a la altura de Refugee, Breakdown, American girl, Learning to fly, Even the losers, The waiting, Rebels, The wild one, forever?- para auparse entre su discografía clásica. Y un disco de guitarras y más guitarras, donde el rompecorazones Mike Campbell ofrece una clase magistral de versatilidad, virtuosismo y sentimiento al mástil con un repertorio que supura electricidad y rock, alejándose del blues anterior. Solo queda algún atisbo leve en Power drunk y, más claro, en la enorme Burnt out town, un blues acerado que pivota entre la armónica y un piano negrísimo, y que es uno de los mejores cortes del CD.
Rock y más rock El Petty actual desborda electricidad y fiereza, además de simplicidad. Como en sus mejores tiempos y desde el arranque con American dream plan B, rock’n’roll primario que alterna las guitarras folk-rock y las rudas y pesadas con una de esas melodías que te arreglan el día. Y no es la única. El mismo fulgor titila en el musculoso Fault lines, con guitarras wah wah y cierto aire psicodélico, la bella Forgotten man o el melódico medio tiempo Red river, donde se aprecian sus habituales guiños a The Byrds.
El disco, que ofrece declaraciones de amor a ritmo de medio tiempo en U get me high, con un riff cortante y guitarras gloriosas, presenta también alguna curiosidad, como la balada Full grown boy, a ritmo de swing, y algunos riffs de r&b stoniano en el corte Shadow people. “Estoy medio pedo, no puedo bailar una mierda/ Pero veo lo que quiero, y voy tras ello”, canta el viejo Petty en American dream plan b, una oda a la resistencia aunque los sueños no se hayan cumplido.
Y es que Petty sigue irradiando el espíritu hippye de quien se hizo hombre en los años 60. Por ello, su disco está repleto de guiños al contexto actual, a la avaricia, el materialismo, la maldad y la hipocresía que nos domina y que pone en peligro el viejo sueño americano. En Power drunk pide protección ante “los pensamientos que albergan las mentes de algunas personas” y en Shadow people llega a advertir del advenimiento “de la guerra y el Juicio Final”. “Soy lo suficientemente viejo para haber vivido en un país donde, si se estaba dispuesto a trabajar duro, se podía tener una vida lo bastante agradable. Se podía mantener a una familia y tener la oportunidad de ser dueño de tu propia casa -ha explicado a The Sun-. Ahora, la cultura ha hipnotizado a la gente para que piense que no se es nada si no se es rico o una Kardashian”. Queda claro ¿no? Sapiencia y rock.