Vitoria - Con 14.102 almas en Mendizabala, según los datos oficiales de la promotora Last Tour International, la última parte de la jornada del viernes, incluso a pesar de la persistente lluvia, se alargó para unos cuantos hasta bien entrada la madrugada, tanto que cuando se cerró el recinto todavía aguantaban algunos irreductibles. Valor ante todo. Fue el broche para una larga noche inaugural en la que el cielo se empeñó en ser protagonista.

Tras el magnífico sabor de boca dejado por la tarde por Seasick Steve y The Stranglers, a eso de las 22.30 horas hicieron acto de presencia los alemanes Scorpions, que dicen que están de despedida aunque eso es complicado de creer más allá de que la voz de Klaus Meine muestre en ocasiones que ya está para no demasiados trotes.

Correctos y profesionales, los teutones no se salieron del guión ni para bien ni para mal. Es cierto que algún mal pensado dirá aquello de que cuando empezaron con las baladas comenzó a llover y no hay que ocultar que sobró el largo momento de percusión más allá de ver al batería Johan Franzon subido por los aires, pero hay que reconocer a la banda que sabe lo que hace cuando está frente al público. Tal vez la noche pedía algo más de calor (y eso que Rudolf Schenker se esforzó) pero tampoco se les puede achacar el baile de paraguas y la incomodidad que trajo el tiempo.

No faltaron The Zoo, Big City Nights... hasta llegar a la traca final con Wind of Change y Rock You Like a Hurricane, vamos lo esperable y ya sabido, con el personal dejándose la garganta, que total, vaya usted a saber, igual sí es el último concierto de Scorpions en el Estado.

Cuando terminaron los alemanes, y viendo que la lluvia no paraba, lo previsible era que muchos asistentes hubiesen abandonado Mendizabala y aunque hubo quien tomó el camino de la cama, el recinto presentó mejor cara de lo imaginable.

Sin poder valorar a Attikus Finch y Vucaque por la coincidencia de horarios, la medianoche trajo hasta el escenario Raúl Aransaez a unos Turbowolf que pidieron a gritos una gira por salas en el Estado cuanto antes. La banda tiene un tesoro en Chris Georgiadis, frontman que supo tapar algunas carencias del grupo y, de paso, meterle algo temperatura en el cuerpo a los presentes. Hiperactivo, él solo podría haber estado sobre las tablas y nadie se hubiera dado mucha cuenta de la ausencia de sus compañeros.

Llegó entonces el momento del regreso de Marah, aunque hay que reconocer que había muchas dudas sobre la puesta en escena de su último disco, Mountain Minstrelsy, a esas horas. Sin embargo, David Bielanko (que quiso tener un recuerdo para su concierto de 2006) y los suyos ofreciendo, de momento, uno de los mejores conciertos de esta edición. Con el jovencísimo Gus derrochando capacidades, el folk y el rock se fueron dando la mano en una demostración también de actitud, puesto que Bielanko, consciente de lo que llovía, se bajó del escenario en un par de ocasiones para tocar mojándose como el resto.

Las sensaciones eran inmejorables en ese momento, pero faltaba Unida para completar el primer día del ARF. John Garcia es otro nombre propio en este festival y a él volvió para demostrar que sea con unos grupos o con otros, los suyos saben ser consistentes y precisos, más allá de algún momento un tanto repetitivo.