En las calurosas calendas que asoman en el horizonte del calendario, la bebida tinto de verano se presenta como producto sucedáneo en el que el mal vino queda enmascarado por la carbónica bebida, haciendo un líquido gustoso para afrontar calores del verano próximo. Puede servir este elemento del kit veraniego como ejemplo para explicar lo que ocurre con las parrillas de televisión que por arte de birlibirloque bajan los quilates de sus producciones, dejando en el cajón de los sueños hasta las semanas septembrinas las mejores series que ya no se programan, los informativos que son conducidos por rutilantes presentadores y lo mismo sucede con los deslumbrantes magazines. Nunca nadie del mundo de la gestión televisiva ha explicado el adelgazamiento de las parrillas y las producciones seriales de poco pelo que inundan la oferta televisiva del verano y porque nos inundan con productos de escasa calidad, cuando el verano es la época del descanso, tiempo libre y mayor disponibilidad para sentarse ante el televisor. Será que el hábito de consumo se reduce en favor de otras opciones de entretenimiento, con más calle, monte y playa y menos casa, tele y sillonbol. Cierto que en verano nos acompaña el intenso ciclismo del Tour que con sus animosas retransmisiones ocupan medio mes de julio, que este año tendrá más deporte, al coincidir el campeonato brasileiro con la entrada del verano. Segundos pases de series y películas de poco pelo, informativos enflaquecidos y magacines sinsorgos y asténicos forman básicamente la oferta de las televisiones generalistas de esta aldea global que parece consumir menos tele cuanto más tiempo libre tiene. Los sociólogos y las encuestas de mercado pautan la veraniega televisión. Cosas de consumos, costumbres adquiridas y ofertas enflaquecidas para los más calurosos días del año, que combatimos con tele tinto de verano, eso sí, sin alcohol.