MADRID - El chef Jordi Cruz se pasa la vida entre fogones, los suyos del restaurante ABaC de Barcelona, para el que ansía la tercera estrella Michelín, y los del plató de MasterChef, el programa de TVE en el que a veces se indigna y olvida que es más efectiva una mirada de decepción que un grito.

Cruz, que lleva además otros dos restaurantes, Angle y T'ens, y la asesoría gastronómica de cuatro hoteles, explicó ayer durante la presentación de un robot de cocina, que siente que está en su limite de energía, aunque saca tiempo para preparar también el que será su segundo libro de recetas.

Después de preparar un gazpacho con tomate, cebolla, fresas, melocotón y aceite y un steak tartar, el cocinero relató que con 17 años era jefe de cocina y cuál fue la clave de su éxito: "Con esa edad no sabía cocinar pero tenía un morro que me lo pisaba. Mi virtud ha sido dedicar todos los días y las noches a la cocina".

Cruz aseguró que su paso por el programa de televisión, del que se está emitiendo su segunda temporada, no le está afectando especialmente porque apenas sale a la calle y se pasa la vida en la cocina y el plató. En esta segunda edición, afirmó, se encuentra más suelto y tranquilo, aunque en ocasiones pierda los nervios.

"En el casting cocinaban muy bien, pero en los cinco primeros episodios, igual que sucedió el año pasado, han bajado el nivel. Es verdad que hay que vivirlo porque es complicado, pero veo que pueden hacer mucho más y me indigno", reveló.

Cruz reconoció que en el momento no es consciente de su carácter, pero que en ocasiones, cuando lo ve por la televisión, se da cuenta de que se calentó con algún participante y le dio demasiada caña.

En casa, asegura, saca menos el genio porque cree que "es más efectiva una mirada de decepción que un grito" y en su cocina son una unidad. "Cuando alguien mete la pata debe entender que la virtud está en poder solucionar el error de una manera ágil sin que lo perciba el cliente", reveló.

El cocinero más atractivo del país, según aseguró esgrimiendo unas encuestas uno de los periodistas asistentes, adelgazó metiendo horas en el gimnasio y, sobre todo, aprendiendo a cuidarse, aunque reconoce que las pilas se las puso cuando aceptó el desafío de una revista masculina para posar sin ropa.

privacidad "Eso de que soy el más sexy es una tontería. No me creo nada, sigo siendo un tío normal, pero me pillan el lado bueno. Darío Barrio, dueño del restaurante Dassa Bassa, es más guapo, aunque es verdad que yo tengo voz y eso no se estropea con la edad", dijo entre risas.

Ni su popularidad, ni su atractivo le ayudan a ligar: "La única carne que veo está en la nevera", aseguró el presentador y chef. El catalán echó balones fuera cuando le preguntaron por su vida privada, de la que no quiere que se hable porque no tiene ninguna importancia y porque de lo único que él entiende es de cocina.

Tampoco quiso dar su opinión sobre el referéndum sobre la soberanía catalana. "Soy cocinero y apolítico, dijo, aunque me preocupa que la gente se equivoque y se enfaden unos con otros, es cuestión de que los que mandan se pongan de acuerdo y dejen de tocar la pera".

Como objetivos de futuro en su vida profesional tiene claro que es conseguir la tercera estrella Michelín aunque, precisó, si Joan Roca estuvo 10 años esperando y él está 15 tampoco pasa nada. - Efe