Se acabó la fiesta, el confeti y los ritmos comerciales, bailables y festivaleros de los más recientes Coldplay. Chris Martin se ha separado de la actriz Gwyneth Paltrow y, a pesar de su carácter discreto, no ha podido evitar que los fantasmas que dejan las relaciones rotas acaparen las canciones de Ghost stories (Parlophone.Warner), su sexto disco, que se publica hoy y en el que el pop melancólico, teñido de electrónica, gana por goleada a sus ritmos alegres y discotequeros.
A los Coldplay que se pasaron por el Bilbao BBK Live hace tres años, en la presentación de su quinto disco, Mylo Xyloto, les sonreía la vida. Era el grupo pop más importante del mundo, sus vidas personales funcionaban y su música, cada vez menos melancólica y más comercial, llenaba estadios, encabezaba festivales y arrasaba en las listas. Aquella verbena reportó al cuarteto más de 300 millones de euros, ya que el disco vendió más de 8 millones de copias y facturó en directo otros 180 millones mediante venta de entradas.
El cuarteto británico editará mañana el disco más esperado -y, seguramente, el más vendido- de 2014. Pero las cosas han cambiado. Su líder y compositor, que se ha negado a ofrecer ruedas de prensa para huir de los tabloides y prensa rosa, está triste tras el fin de su matrimonio tras 10 años. Cuentan que Martin se ha refugiado en sus compañeros y les ha obligado a ponerse las pilas y componer juntos cuatro temas del disco.
Ghost stories, cuyo título evoca a esos fantasmas que dejan las separaciones, es un disco extraño, ya que se aleja de la verbena discotequera de su trabajo anterior y parece optar por la melancolía de sus inicios, pero aprovechando algunos trucos -arreglos electrónicos, sobre todo-, para mantener a Coldplay entre las bandas más seguidas del planeta. Sus nueve canciones respiran un aliento conceptual: el de los problemas maritales de su líder. Son 40 minutos repletos de melancolía aunque, dado el estatus millonario del cuarteto, aderezados con ritmos electrónicos y efectistas. Nada de volver a las baladas desnudas al piano. Eso es cosa del pasado. Ahora actúan en grandes estadios y hay que hacer saltar a decenas de miles de personas.
Y para lograrlo con un disco de tono serio están Magic y A sky full of stars. Ambas podrían formar parte del colorista CD anterior. La primera, con su marcada sección rítmica, suena melancólica pero con suaves guiños hip hop y electrónicos, y con el característico falsete de Chris, cuando las guitarras cobran brío en el clímax final. Y sobre todo, la segunda, con el título tomado de aquella frase que un colocado Lennon le dijo a George Martin en el tejado de Abbey Road. Aquel "cielo repleto de estrellas" se ha convertido en el tema festivalero del álbum, en la que colabora el Dj sueco Avicii y, por tanto, destaca por su ritmo bailable, los toques electrónicos y una melodía comercial, pasto de radiofórmulas y chiringuitos.
introspección El resto del disco, que se inicia con el coro angelical y el medio tiempo atmosférico Always in my head, está marcado por la introspección, trasladada con tiempos medios r&b como Another's arms; la sencillez acústica de Oceans; o la balada O, con el piano como protagonista y, en su reprise, con coros de los hijos de Martin. Lo mejor está en la experimental Midnight, con toques electrónicos, voz distorsionada y deudas con Bon Iver; un True love que mira a los tiempos de Parachutes, con un gran estribillo, producción de Timbalad y un gran solo final; y la alternancia acústica y sintética de Ink.
Las letras nunca han sido el fuerte de Coldplay. Tampoco ahora, con Martin rememorando la dependencia del amor -"pienso en ti, no he logrado dormir? estás siempre en mi mente", canta en Always in my head, y "llámalo magia cuando estoy contigo", en Magic-, saltando al pozo negro de la separación -"el mundo no significa nada para mí", lamenta en Another's arms-, concluyendo con esperanza, ya que en Midnight le canta a "dejar una luz encendida".