me disponía a ver el enésimo debate entre dos candidatos a algún puesto de mando, cuando aburrido de los primeros diez minutos de pelea "y tú más" del candidato popular y la candidata socialista para el 25-M, decidí dar un paseo por el patio mediático para ver si hubiera o hubiese algo de más interés que escuchar a estos dos aspirantes a un puesto de lujo en las instituciones europeas. Y hete aquí que la diosa fortuna paró la ruleta en la señal de Cuatro, cadena menor del grupo Mediaset que estrenaba programa de la mano de la poderosa Patricia Conde, que llevaba tres años sin ponerse delante de una cámara y que demostró no haber perdido ni gota de su empuje, presencia y brillantez dicharachera y televisiva. Ciento y la madre es el título del nuevo programa de humor que ofrece dos horas de desternillante carcajada en base a la técnica de cámara oculta que la productora La competencia desarrolla, amplia y exprime hasta límites extremos, buscando modalidades de un espacio basado en la ingenuidad del pichón seleccionado, que hace del clásico programa Inocente, Inocente un remedo menor de la clásica tomadura de pelo. Con la colaboración de profesionales del espectáculo como Bonet, Eva Hache o Falete el programa se fue deslizando con exitosa facilidad, desarrollando la técnica del invitado/gancho en una sección de triunfo, llamada El pinganillo. Bromas teatralizadas complementan un programa de excelente digestión que amenaza con desencajarnos la mandíbula con la presencia de personajes que cuajarán como Baldomero, el peluquero o Ramona Lametona. Programa juguetón y facilón que juega con ciento y la madre para hacer de cada elemento una pequeña joya de entretenimiento y diversión. Y claro, me quedé sin debate, sin herencias políticas del pasado arrojadas como fardos al contrario, y me divertí con las payasadas de la Conde que me supieron a gloria. No me pude resistir.