Vitoria - Desde la alfombra roja, las referencias a la ausencia del ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, fueron una constante en la gran noche del cine estatal, celebrada en Madrid con la presencia de casi todos menos el ya mencionado. Los Goya se pusieron de largo en una gala lenta (qué manía con los numeritos musicales, menos mal que ahí estaban los de Museo Coconut) que estrenó presentador en la figura de un Manel Fuentes un tanto flojo para un año que se presentaba también con demasiadas incógnitas.
En lo que se refiere a las posibilidades alavesas, ambas en la categoría de mejor largometraje de animación, El extraordinario viaje de Lucius Dumb de la directora gasteiztarra Maite Ruiz de Austri e Hiroku: Defensores de Gaia, coproducida por la firma alavesa Silverspace, ninguna de las dos consiguió el premio que sí se llevó Futbolín, de Juan José Campanella.
El que más tranquilo estaba, o en principio el único que sabía que se llevaba premio seguro, fue el escritor, novelista, autor teatral, director y guionista cinematográfico y televisivo Jaime de Armiñán, que protagonizó uno de los grandes momentos de la noche ("¡Viva la jota!"), igual que el habitual recuerdo a los profesionales del sector que este último año han fallecido, una lista que esta vez tenía nombres muy conocidos como Elías Querejeta o Alfredo Landa.
Aunque no estuvo presente, Alex de la Iglesia se resarció de los olvidos en las nominaciones a mejor película y dirección por Las brujas de Zugarramurdi. Terele Pavez se llevó una de las grandes ovaciones de la noche por su Goya a la mejor actriz de reparto, a lo que hubo que sumar 7 premios técnicos.
La otra gran protagonista de la noche fue Vivir es fácil con los ojos cerrados, con premios para la propia película como la mejor del año y también para Javier Cámara como mejor actor, Pat Metheny (que no estuvo presente), Natalia de Molina (actriz revelación) y el propio David Trueba, muy ocurrente en su agradecimiento por el guión original, que también se llevó el de mejor realizador. Stockholm y Todas las mujeres también consiguieron sus reconocimientos, aunque no hay duda de que la primera película tal vez merecía haber conseguido, cuando menos, más nominaciones y no sólo por las condiciones económicas en las que se llevó cabo.
Un Goya cantado era el de Marian Álvarez como mejor actriz por La herida, casi igual que en el caso del director del mismo filme, Fernando Franco, que se llevó la reñida categoría de realizador novel.
La gran familia española, Caníbal y 15 años y un día (aunque las dos primeras se llevaron algo) salieron muy trasquiladas. Se quedaron con las ganas y también demostraron que algo se ha hecho mal este año con el tema de las nominaciones.
También hubo tiempo, por supuesto, para poner sobre la mesa los problemas del sector, algo que, sobre todo, hizo Enrique González Macho en su discurso como presidente de la academia. Y aquí, incluso con cierto aire humorístico, el IVA cultural centró buena parte de sus dardos. "Ha bajado la producción pero lo que no ha bajado es la calidad de nuestro cine", apuntó. En definitiva una gala que fue como se esperaba, es decir, demasiado larga, sin ritmo y sin quinielas.