'Ortigas', ¿un título que intuye cierta querencia a que esta colección de relatos pique o cause cierta reacción dolorosa, al menos momentánea?
Sí, la idea es esa, aunque suene un poco pretenciosa. Son relatos que me causaron cierto escozor no al escribirlos pero sí por los temas que traté en forma de cuento. Y, por otra parte, las ortigas las asocio a mi infancia, ya que eran unas plantas que nos causaban pavor, aunque ahora me gusta mucho su forma y su color.
Precisamente, nos encontramos ante unos cuentos que son ejemplo de la literatura de Eider Rodríguez, en la que trata temas trascendentales a través de situaciones cotidianas y, aparentemente inocuas, alcanzando desprevenido y de forma mucho más directa al lector.
No sé sí de esta forma llegan más, pero es que mi vida es bastante anodina, así que no sé si podría escribir de otra forma sin impostar. Las cosas que me pasan a mí son así; pero en esas pequeñísimas cosas, aparentemente inocuas, se esconden a veces grandes verdades, mentiras o secretos del universo.
Hablando de la verdad y la mentira (temas recurrente en esta selección) y utilizando uno de sus títulos, ¿preferiría Eider no tener que 'mentir', en el buen sentido literario de la palabra, a la hora de escribir?
Me gusta mucho ponerme a escribir con esa consigna: no tener que mentir. Lo que sucede es que nos hacemos tantas trampas al solitario que a veces resulta difícil. Y descubrir esa verdad íntima que se oculta dentro de nosotros, unas veces me resulta divertido y otras más doloroso... Pero sí que es para mí una brújula muy interesante preferir no tener que mentir.
¿Cómo sienta, y cómo se escribe, ponerse en la piel de un hombre ('Carne')?
Me encanta travestirme. Este relato en particular es el primero de la antología, y sucede que cuando alguien coge un libro de una escritora, empieza a leerlo y ve que escribe una persona, pero no se dan más detalles acerca de su género, piensa inmediatamente que es una mujer. Es el doble juego de ponerme yo en la piel de un hombre e intentar engañar al lector haciéndole pensar que esa primera persona es una mujer, ya que hasta bien adentrado el relato no se desvela el género. Y la verdad es que me encanta ver cómo vivís desde esa cáscara vuestra, es muy interesante (risas).
Y, cómo no, aparecen los gatos por doquier, animales que cuentan con su propio 'capítulo' en Ortigas, que se entrometen en otros relatos y que incluso encabezan otro de sus libros ('Un montón de gatos')...
Sí, pero la verdad es que no sé muy bien porqué. Me gustan mucho los animales, me interesan, me gusta mirarlos y estar con ellos. Ahora tengo gatos pero he tenido otros animales. Puedo inventarme una respuesta... Pero preferiría no mentir (risas). Es otro personaje más... Los animales, sus colores, cuando están muertos... creo que hablan mucho del ser humano, hacen una especie de sublimación en cuanto a nuestros deseos y nuestros temores. No soy especialmente animalista, pero sí creo que me da pie para pensar mucho sobre nuestra civilización, nuestra época o nuestra identidad. En el relato Gatos, en este sentido, se da un paralelismo claro entre los dos personajes principales y sus gatos. La verdad es que es un filón.
Escritora especializada en el género del relato, en el que hace especial hincapié esta colección, para Eider Rodríguez, ¿qué tiene de especial, diferente o satisfactorio trabajar este tipo de literatura?
De hecho, yo solo escribo relatos. Y a mí, la verdad es que siempre me ha cabido muy bien todo lo que he querido contar en un relato o en un cuento, por lo que me ha resultado un poco absurdo alargarlos; y eso que alguna vez lo he intentado, pero se me caía por todos lados. Los buenos cuentos tienen la capacidad de contar lo mismo que una novela pero en un espacio 30 veces menor. Y, por otra parte, este género literario se conjuga muy bien con mi forma de vida; si tuviera tres años por delante para escribir, seguramente me dedicaría a la novela, pero es que yo escribo robando al tiempo, por eso me parece un género muy funcional. Además, como lectora, me entusiasma el cuento.
Supongo que será consciente que citar el 'Never Gonna Give You Up' de Rick Astley coloca cierta barrera frente a las nuevas generaciones...
Es muy generacional, sí (risas). Era nuestro universo, la música de los 80 y los 90; entiendo que a algunas personas les sonará a chino (risas).
Se está haciendo una encomiable labor de recuperación de la memoria histórica, pero quizá, y aunque suene triste, habría que empezar por enseñar de verdad a los jóvenes qué fue la Guerra Civil y qué era la República, tal y como sucede en el relato 'Y poco después ahora'.
Muchos jóvenes no lo saben, o no lo sabíamos. Cuando más me he acercado a esa época, históricamente hablando, fue al escribir ese relato. Yo soy guipuzcoana, pero cuando lo escribí, vivía y trabajaba en Tafalla, y allí la Guerra Civil es un tema que está muy presente, lo que me facilitó el acceso a varios archivos. Y, teniendo en cuento que yo lo estudié como un párrafo en los libros de texto, fue un gran descubrimiento personal para mí. Me parece que ahí hay un montón de historias que escribir, y muy brillantes.
Sucede que hasta llegar a Eider Rodríguez, el sexo casi no había aparecido en la colección 'Escritores de nuestra tierra', lo que resulta indicativo de que todavía produce cierto rubor escribir de sexo en Euskal Herria, aunque cada vez hay más excepciones notables.
Sí que se escribe. En mi caso, es algo que me divierte y me ha divertido porque me faltaban muchas palabras para escribir de sexo en euskera, lo que no significa que no se haya escrito. Aunque en proporción a lo que se practica igual se ha escrito mucho... Cuando publiqué mi primer volumen de relatos sí que fue algo más consciente, después ha sido natural, pero sí que al principio, cuando me puse a escribir con 20 años, sí que me preguntaba: ¿Se habrá escrito alguna vez en euskera una penetración anal de un hombre a una mujer? Cosas que luego buscaba e intentaba colocar dentro de mis relatos porque me ponía, ahora, como digo, si tiene que salir, sale.
El humor tampoco falta, aunque sea muy negro y sirva para afrontar la muerte como opción voluntaria.
Al final, el humor también es una manera de hacerle frente al miedo, a los nervios y a las hipocondrías; sobre todo el humor negro. Siempre que hay humor, se debe escarbar un poco para ver qué se esconde detrás. Yo siempre abogo por hacer y escribir las cosas con humor. Aunque, por otra parte, yo casi te diría que hay menos humor que sexo en las letras vascas; no soy muy buena estadística, pero somos muy densos y trágicos.
Y llegamos a la 'Actualidad política', título de otros de los relatos y que evidencia el conflicto que tenemos pegado a la piel.
Falta mucha verosimilitud, más que verdad, en los relatos sobre el conflicto vasco. Muchísimas veces me cuesta mucho creer lo que leo, sobre todo si no estás del lado de los que lo han escrito. Personalmente, va a ser una tarea pendiente construir la verosimilitud del relato político de lo que nos acontece y nos ha acontecido.