El legendario rockero estadounidense Lou Reed, cofundador de The Velvet Underground y protagonista después de una formidable carrera en solitario, falleció ayer en New York a los 71 años de edad. A última hora de ayer no habían sido reveladas las causas, aunque el estado de salud del músico era delicado y había recibido un trasplante de hígado en mayo. Su agente Andrew Wylie señaló que su muerte podía estar relacionada con esta operación. Su último disco fue el controvertido Lulu (2011) grabado con Metallica
Lewis Allen Reed, conocido como Lou Reed, nació en Nueva York el 2 de marzo de 1942 y fue el padre del rock independiente, primero como líder del grupo The Velvet Underground y luego en solitario. Muy influyente desde la década de los 60, de él se dice que revolucionó el rock en los sesenta, con discos como Transformer(1972), Rock'n Roll Animal (1974) o el soberbio concierto que ofreció en el Meltdown Festival: Perfect Night Live in London(1998).
Aunque Lou Reed afirmaba que dejó de ser "el chico malo del rock" en los setenta, este icono del underground y exvagabundo del lado salvaje nunca perdió oportunidad de azuzar al mundo con su irrefrenable doble genio, creativo y temperamental. "Yo desde siempre he tenido muy claro lo que quería hacer. Al principio no toqué blues porque todo el mundo lo hacía y me gustaba escribir sobre las cosas de las que no hablaban los demás. He ido huyendo de todas las modas, esa es la razón del por qué todavía estoy aquí", afirmaba en una entrevista concedida a la agencia efe.
Aunque nunca conoció el éxito comercial como miembro de The Velvet Underground, que confundó en 1964 junto a John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker, con Andy Warhol como mánager, su legado sigue siendo considerado uno de los más influyentes de la historia del rock, con discos como el seminal The Velvet Underground and Nico (1967).
En 1970, tras la disolución de la banda, arrancó su etapa en solitario, ganándose una reputación como el "cronista de las miserias de la gran ciudad" y el roquero políticamente incorrecto con canciones como Sweet Jane o Walk on the wild side, aún drogadicto, como mostraba la decadentemente célebre Heroin. Fueron tiempos de rabiosa explosión creativa, en los que en sus escarceos con el glam-rock, ocasionalmente actuaba trasvestido. En 1972 comenzó a colaborar con David Bowie, quien le produjo el disco Transformer, al que siguió, un año después Berlín, considerado en su día por la crítica"el disco más depresivo de la historia".
Orfandad, depresión, adicción y suicidio son algunos temas de aquel álbum conceptual sobre la autodestructiva relación amorosa de una pareja de drogadictos en Berlín. Considerado hoy uno de sus hitos, suscitó una gran ola de rechazo tras su estreno. Transfusiones de sangre y artes marciales niponas le arrancaron del lado salvaje hacia el que las drogas y el éxito le estaban abocando sin posibilidad de retorno.
A principios de los años ochenta se casó con Sylvia Morales y el concepto de la poesía-canción. Se fue a vivir a una casa de campo, lejos de todo, hasta del tabaco y el café, y produjo discos irregulares como Legendary hearts, Mistrial y New sensations. Puede que perdiera puntería musical pero, como señalaba Gerard Mortier, Lou Reed tenía "más cosas que decir que Luciano Pavarotti". Al menos, siempre daba titulares, y eso que nunca leía la prensa, porque, según aseguraba, no le interesa nada lo que dijeran de él. Miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll desde 1996, un único impulso guió todo su trabajo, "crear", y lo llevó a un sinfín de ramas artísticas, como poeta, guionista, actor, pintor y fotógrafo. Su producción en esas facetas, cuando no discutible, nunca alcanzó su talla como músico, pero él las consideraba equiparables y fiel reflejo de lo que era como artista.
Voluble y orgulloso como él solo, su relación con el público y con los periodistas siempre fue complicada, como recordarán los asistentes al festival español Primavera Sound de 2006, cuando decidió no interpretar Walk on the wild side porque no le apetecía.
Casado desde 2008 con la músico Laurie Anderson, con el tiempo, no había perdido ni un ápice de mordiente en su defensa de los derechos humanos, ni tampoco rotundidad en esa poderosa voz grave, pero los excesos de juventud sí le habían pasado pasado factura a un cuerpo cada vez más enjuto, que se desplazaba a duras penas y mostraba más edad de la real. "Soy un triunfo de la medicina, la física y la química modernas", escribía en mayo en su web, tras ser sometido a un trasplante de hígado
Al irreducto provocador no se sabe si su llamada definitiva le habrá venido de arriba o de abajo, de su fecundo terreno under-ground, pero una cosa es segura. El camino lo habrá hecho recitando y pegado "al lado salvaje'.