Dirección: Lasse Hallström Guión: Paolo Vacirca; basado en la obra de Lars Kepler Intérpretes: Mikael Persbrandt, Tobias Zilliacus, Lena Olin, Helena af Sandeberg, y Oscar Pettersson Nacionalidad: Suecia. 2012 Duración: 122 minutos

prometedores. Los primeros compases de El hipnotista, con un crimen seco y brutal, resultan muy prometedores. Vemos en ellos una cartografía urbana de cemento, humo y nieve. Un escenario inquietante y decididamente contemporáneo que evoca, entre otras cosas, que en el comienzo del tiempo cinematográfico, Suecia fue una fuente de magníficos textos artísticos. Apenas había sido presentado el invento por los hermanos Lumière, cuando en Estocolmo, en la feria de 1897, se acogió con alborozo un invento que, durante los años veinte, dio lugar a un puñado de magníficos títulos. La carreta fantástica (1920) o El juicio de Dios (1922) de Victor Sjöström avalan lo que, años después, maestros como Bergman y estrellas como Garbo ratificaron. Suecia es un país de buena cuna y mejor paño para lo cinematográfico.

En ese contexto surgió hace ya unos cuantos años un director llamado Lasse Hallström. Nacido en Estocolmo en 1946, dio el salto al panorama internacional del mundo del cine cuando su filme Mi vida como un perro, peleó por el Oscar al mejor director en 1987. Entonces se recordó que Hallström había contribuido al éxito de ABBA, grupo para el que hizo los videoclips de canciones como Waterloo, Mamma Mia, Fernando y Dancing Queen entre otras muchas, además de dirigir en 1977, ABBA, the movie, filme con el que se consagró el cuarteto pop que era kitsch incluso antes de que se conociera el término.

En honor a la verdad hay que reconocer que Lasse Hallström ha levantado una filmografía con abundantes éxitos, mucho oficio y escaso riesgo. Resulta muy difícil percibir algún gesto de autoría singular en una colección de películas como ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993), Las normas de la Casa de la Sidra (1999) y Chocolat (2000). En todos los casos su cine responde a ese modelo de mazapán responsable que emblematiza Steven Spielberg. Manufactureros de un cine con querencia de Oscar y hambre de público que busca dar con la piedra filosofal capaz de arrasar en la taquilla y vencer al espectador más crítico.

El hipnotista no es sino una evidencia más del (no) estilo de un director que carece de un universo propio. Su objetivo apunta a la otra gran aportación de la cultura sueca puesta de relieve en los últimos años. La fructífera legión de escritores que se mueven en el territorio del thriller y el noir. El resultado es incapaz de eludir la sombra del oportunismo que éxitos como Millennium de Stieg Larsson han convertido en reclamo y franquicia. Como la trilogía citada, El hipnotista fue novela antes que cine, un thriller firmado por Lars Kepler, un seudónimo bajo el que convive el matrimonio formado por Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho y cuyo personaje central pretende convertirse en el protagonista de una serie, todavía indeterminada, de nuevos títulos.

Cine comercial en su sentido más literal y descriptivo, El hipnotista, película que se presentó en la sección oficial del pasado Zinemaldia, queda muy lejos de los mejores títulos de Hallström, un profesional más dotado para el melodrama que para el suspense o el thriller. De hecho, Hallström parece preferir las escenas que ponen de relieve la desorientación familiar del protagonista, su naufragio sentimental y su incapacidad para comunicarse, que los oscuros pliegues de un caso criminal que deviene en abracadabrante por culpa de un argumento excesivo reflejado sin sutileza ni convicción. Demasiado maniatado por su vocación de blockbuster, El hipnotista incluso llegó a representar a Suecia para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Algo que hace temer que Suecia no vive en el mejor de sus tiempos cinematográficos.