Todavía quedan algunos pasos para encontrarse con el público. No hay fecha fijada para la puesta de largo aunque el documental quiere estar terminado para julio. Y está más que decidido el lugar que acogerá el estreno: Oion. Después llegará el recorrido por festivales y demás citas habituales en estos casos, pero la presentación en la localidad de Rioja Alavesa es ineludible porque en ella está el origen de Euskal Herriko nonbait.

Lo habitual tratándose de un trabajo audiovisual y con el apellido Fontaneda de por medio sería empezar este relato hablando del realizador Beñat o del fotógrafo Jaizki. Para nada. Ellos, como su hermana Iraide, son, esta vez, colaboradores de otro Fontaneda, de Gontzal, que aquí no es su progenitor, es su director.

Su relación con Oion, hasta hace dos años y cuatro meses, era casi nula. Y su trabajo no tenía nada que ver (ahora está jubilado) con ninguna cuestión relacionada con la cultura. El principio de toda esta historia está, en realidad, en esos años en los que el euskera luchaba por no desaparecer "y no existían ni gobiernos vascos, ni euskaltegis, ni nada", épocas en las que personas como Gontzal Fontaneda primero aprendieron el idioma para después ser profesores, sin titulación ni nada por el estilo, de otros. Eso le llevó a conocer a fondo diferentes realidades en Álava, entre las que le sorprendió un hecho que se daba en la localidad de Rioja Alavesa: cada día hay autobuses que salen de Logroño con niños y niñas que acuden a clase en la ikastola de Oion y aunque unos cuantos son hijos de vascos residentes en la capital riojana, no es el caso de todos.

"Eso me hizo darle vuelta a muchas cosas y, hablando con la familia, fuimos concretando la idea de que en toda Euskal Herria se ha hecho y se hace un esfuerzo muy importante de recuperación del euskera, pero que en algunas zonas se han dejado el pellejo de una manera destacada. Así que pensamos que teníamos que enseñar a todos los vascos esta realidad tan especial y que la mejor manera de contarlo era a través de un documental", recuerda Gontzal, que junto a su equipo de trabajo empezó a desarrollar el proyecto en diciembre de 2010. "Fue la primera vez que acudimos a Oion", una población que sirve como ejemplo para relatar también lo sucedido en otras partes de Rioja Alavesa o de la Ribera de Navarra.

Ese trabajo en pro del euskera marca una de las orillas por las que transcurre el documental. La otra viene dada por la necesidad de recordar que la expresión cultural de Euskal Herria no tiene un único modo de expresarse, sino que es diversa y además está mezclada con otras, de ahí la mirada que la película lanza al folklore festivo como ejemplo de que "aquí no todo se tiene que hacer con una triki de por medio. El abanico es grande y en Álava se puede ver una parte".

De hecho, tanto el director como sus colaboradores tienen claro que su propósito es lanzar un mensaje en positivo a través de una película donde se tocan diferentes aspectos y se habla con libertad sin caer en esos pozos en los que los políticos se suelen mover tan bien cuando de estas cuestiones se trata.

Sobre ruedas Una Vespa de los años 50 es el hilo conductor, nunca mejor dicho, del documental a lo largo de sus 45 minutos de duración. La actriz Ainitze Laskurain la lleva para ir casando las 23 entrevistas que conformar el cuerpo del filme. Son conversaciones con los fundadores de la ikastola de Oion, actuales alumnas, una madre, el hijo de un inmigrante marroquí, los padres riojanos de unos niños que cada día se trasladan a la localidad... Hay también alguna sorpresa, sobre todo para los propios vecinos de Oion, pero, como es evidente, no se puede contar.

Es el relato de la vida diaria, de su relación con el euskera y la cultura lo que va conduciendo el argumento. Se ha intentado, además, recurrir lo mínimo posible a la voz en off habitual en los documentales, haciendo que la narración la configuren los propios entrevistados, como si se estableciese un gran diálogo entre ellos a pesar de no estar unos frente a otros, si no que cada conversación se ha grabado por separado en el ambiente cotidiano de cada uno de los intervinientes. "Eso supone muchas horas de edición, pero bueno, no pasa nada, lo hemos querido hacer así", apunta Beñat Fontaneda.

A esa dificultad se añade también el hecho de que toda la película está subtitulada, es decir, las partes habladas en euskera aparecen escritas en castellano y viceversa. "Hacerlo así o no es uno de los grandes debates que hemos tenido en todo el proceso, de la misma forma que analizamos bastante si nos centrábamos sólo en Oion o mirábamos a otros puntos de la zona", recuerda el realizador.

El grueso de las entrevistas se grabó durante tres jornadas intensas de trabajo, aunque han sido necesarias no pocas escapadas a lo largo de estos dos años y cuatro meses para grabar todo lo necesario. Se ha ido haciendo en huecos libres, en momentos robados a otras cosas. Pero esa parte ya está terminada. Concluyó el pasado 25 de abril. Y la labor de post-producción está muy avanzada puesto que se ha ido haciendo casi de manera paralela.

Todo, además, con el dinero propio. Aquí no hay subvenciones ni nada por el estilo, lo que también da la posibilidad de contar con toda la libertad creativa. Bueno, con la financiación de la familia y la buena voluntad de muchas personas. Por ejemplo, el músico David Madinabeitia ha compuesto un tema específico para el filme cuyos derechos ha cedido de manera gratuita, una fórmula de colaboración (la de no cobrar por utilizar una canción) que también han conseguido de Mikel Urdangarin o de los responsables del legado musical de Mikel Laboa, por poner dos ejemplos. Y no hay que olvidarse del vecino de Oion que les ha prestado vídeos en 8 milímetros realizados en los años 70 sobre la vida en la localidad o de quien, como Manuel González Pastos, les ha abierto su amplio archivo fotográfico. "Es que desde el segundo uno todo han sido puertas abiertas y facilidades", explica Gontzal, que tiene claro que de su primer trabajo audiovisual como director está obteniendo, ante todo, "una larga lista de amigos a los que no puedo estar más que agradecido".

Algo más que el proyecto de una familia. Algo más que la historia de una localidad. Algo más que un idioma. Algo más que un lugar de Euskal Herria. El documental encamina sus últimos pasos antes de completarse y encontrarse con el espectador para dar a conocer, sobre todo a los propios, que un pueblo se conforma a base de diferentes realidades. Eso y mucho más es Euskal Herriko nonbait.

¿Habrá un próximo reto audiovisual? Bueno, alguna idea parece que hay. Pero primero hay que cerrar este capítulo. "Nosotros sólo somos sus colaboradores", dicen los hijos. "Si yo no sé nada de hacer un documental", replica el padre.