TODOS los negocios del mundo tienen sistemas para medir el nivel de consumo de sus clientes y las tendencias del mercado respecto de los productos ofrecidos en los distintos sectores, desde agricultura a servicios. También la prensa, radio y tele junto a Internet conocen el número de clientes y la respuesta de la demanda a la oferta. Es el Estudio General de Medios, que recoge en tres ocasiones a lo largo del año variaciones del comportamiento de lectores, oyentes, televidentes e internautas. El EGM dicta sentencia en tres ocasiones y traza las tendencias de la audiencia respecto de las propuestas de programación, conductores de las mismas y contenidos manejados, y con esta información numérica los programadores de radio pueden diseñar sus parrillas. Lo primero que descubre el EGM es el consumo de radio en términos absolutos, que es donde se manifiesta la pelea entre las cadenas de radio, programas y personajes del estrellato radiofónico. El panorama que dibuja el último estudio descubre los efectos perniciosos y lamentables en la radio pública española, que se pega un batacazo de órdago a la mayor con unos resultados de audiencia que muestra una alarmante sangría de consecuencias incalculables que pudiera poner en riesgo la permanencia de la marca pública. La pérdida de más de un 30% de oyentes muestra la estupidez del cambio político al frente de RTVE que trajo aparejada la expulsión por motivos ideológicos de J.J. Lucas y Toni Garrido, quienes competían en pie de igualdad con los grandes. La ceguera de los rectores peperos en RNE ha provocado esta desafección de oyentes a la que los actuales jerifaltes no piensan contestar a la espera de que los que se fueron vuelvan y la radio pública recupere su lugar en el ranking de emisoras. Vana esperanza que complicará más las cosas de cara al futuro incierto de lo público.
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