Algunas ciudades, como es el caso de Vitoria, aprovechan el Día del Libro como excusa para organizar todo tipo de actividades antes y después de la jornada en cuestión. Otras, como pasa en Barcelona, viven esta fecha concreta de manera más que intensa. Unas y otras hacen de la palabra escrita un motivo de fiesta, aunque algunos entiendan esto sólo como el momento de propicio para hacer caja y otros como la plataforma ideal para dirigir la mirada hacia los problemas que golpean al sector.

En este último sentido, el presidente del Grupo Planeta, José Manuel Lara, aprovechó la jornada para advertir al Gobierno de que si el IVA de los libros digitales no baja este verano en España, donde se aplica un impuesto del 21%, la plataforma casadellibro.com se trasladará a París, ya que en Francia el IVA para este sector es del 5%.

"Amazon está en Luxemburgo, que aplica un IVA del 3%". Por lo que, reconoce el editor, "estoy perdiendo la guerra con Amazon por este tema". "Yo le he dicho al presidente del Gobierno y al ministro de Hacienda: si esto este verano no está arreglado, casadellibro.com se irá a París. Nos expulsarán", explica José Manuel Lara.

De todas formas, no hizo falta irse hasta Cataluña para escuchar determinados mensajes. En Bilbao, escritores, libreros y responsables institucionales solicitaron el apoyo ciudadano para ayudar a superar la actual crisis de ventas que afecta a la industria del libro.

Asier Muniategi, coordinador de la campaña anual de ferias para la Cámara del Libro de Euskadi, afirmó en su intervención que el "pirateo" de libros en Internet "no es algo romántico ni bucólico". "Es robo", resumió.

Muniategi recordó que los autores "viven" de los derechos de autor y que, por eso, "cuando se piratea, se está robando, directamente", por lo que reclamó a los políticos que les ayuden "a poner leyes que sean eficaces para acabar con el pirateo".

Por su parte, la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados aprobó ayer por unanimidad una proposición no de ley en la que se insta al Gobierno a "impulsar el fomento de la internalización de la industria del libro". Para ello, reclama que se intensifique el papel del ICEX, mediante el apoyo del Instituto de Crédito Oficial (ICO), otras entidades de financiación, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el Instituto Cervantes, el Instituto Ramón Llull y demás instituciones con fines análogos de las comunidades autónomas con lengua oficial propia.

Pero más allá de estas reivindicaciones y otras reflexiones sobre la presencia de los lectores electrónicos, los nuevos usos, la tecnología y demás, para muchos el de ayer fue un día de ventas con la excusa del Día del Libro. Un caso más que evidente, como pasa todos los años, el vivido en Barcelona.

El escritor Albert Sánchez Piñol, autor de Victus y gran ausente de la firma de libros, y el dramaturgo y guionista Albert Espinosa, con Brújulas que buscan sonrisas perdidas, fueron los vencedores en esta jornada de Sant Jordi, según los datos que se apresuró a dar ayer mismo el Gremio de Libreros de Cataluña, conocedor del interés mediático por los números antes que por la calidad literaria. Fue en un día en el que por las ramblas de la ciudad condal pasaron desde Ildefonso Falcones hasta Mario Vaquerizo.

Con todo, no sólo Barcelona fue punto de atención. En Ávila, por ejemplo, se rindió homenaje al escritor Miguel Delibes con la lectura pública en la Plaza de Santa Teresa, frente al lienzo este de la muralla, de La sombra del ciprés es alargada, su primera novela, ambientada en la capital abulense y con la que obtuvo el Premio Nadal.

O cabe recordar una iniciativa impulsada por Artium en la que ayer tomaron parte más de 60 centros de arte y museos españoles, la liberación de más de 3.000 libros, que fueron depositados en numerosas localidades para ser recogidos por nuevos lectores.

Donostia, Pamplona, Santiago de Compostela, Madrid, Almería... la lista de ciudades que acogieron ferias y actividades para todas las edades con motivo de esta jornada es larga. En el caso de la capital alavesa, casi todas las librerías que quedan todavía vivas ofertaron a sus clientes descuentos del 10% y sacaron sus escaparates a la calle aprovechando los ratos de sol.