EL pasado sábado, el programa de Iñaki López en La Sexta tuvo como invitado de honor a un tal Gay de Liébana, personaje conocido en el ámbito deportivo por su dominio del negocio futbolero, por cierto en trayectoria hacia la quiebra por las deudas millonarias consentidas al espectáculo-quimera del chiringuito hispano. El apocalíptico profesor universitario Gay de Liébana se montó un show con la inestimable ayuda del presentador, que asistió como alumnos aventajado a la exposición verborréica e hiperbólica de un futuro de ciudadanos caníbales, con padres e hijos disputándose las plazas de trabajo malpagadas con setecientos euros. Iñaki, sentado en imaginario pupitre, y el profesor, de pie frente a pizarras con cambiantes datos nos proporcionaron un análisis de situación económica y futuro de la economía que para sí quisieran funcionarios ministeriales o jerifaltes del FMI, especialista en facilitar informes que nunca se cumplen. Los miedos desatados por la crisis y sus consecuencias permiten desfilar por los medios, singularmente por la tele, a especímenes diversos que dicen tener claves de lo que devendrá en el panorama económico y se atreven a exponerlas con desparpajo y habilidad diversa. Estos jeremías del análisis están alineados con posturas catastrofistas y derrotistas y hacen de sus actuaciones números mediáticos que buscan notoriedad y pretenden con cuatro cuadros y media docena de gráficos explicar la profundidad de un fenómeno que los especialistas no acaban de explicar. Estos misereres de la predicción están bien como números a consumir en noche sabatina y desde este punto de vista se encuadran en el entretenimiento y la ficción, pero en cualquier caso no hay que confundir churras con merinas y no deben darnos gato por liebre. Si el aludido personaje es tan bueno, dos ministros al paro.