Madrid. Pese a que Ángel Sanz Briz pasó a la historia como el Ángel de Budapest, su voz, según el escritor Arcadi Espada, ha quedado silenciada en favor de la del "impostor" Giorgio Perlasca, quien ha logrado que la salvación de miles de judíos llevada a cabo por el diplomático español quedara oscurecida.
En nombre de Franco (Espasa) es la última obra del también periodista Arcadi Espada (Barcelona, 1957), con la que el autor introduce una nueva aproximación a la historia del holocausto según la cual los "héroes" de la embajada de España en el Budapest nazi que ayudaron a muchos judíos a evadir las cámaras de gas.
Entre abril y junio de 1944 fueron asesinados en Hungría, en solo diez semanas, más de medio millón de judíos, aunque muchos otros lograron librarse de su deportación a los campos de concentración más próximos, la mayoría al de Auschwitz (Cracovia), gracias a la labor de diplomáticos como Sanz Briz, el sueco Raoul Wallenberg, el suizo Carl Lutz, o el representante del Papa en Hungría, Angelo Rota.
Según los más de 2.500 telegramas entre Sanz Briz y el gobierno franquista de España investigados por Arcadi Espada y su colaborador Sergio Campos Cacho, y los cientos de testimonios recogidos por ambos a lo largo de numerosos viajes a los lugares de los hechos, con la concesión de estos salvoconductos Sanz Briz y su equipo pudieron salvar a cerca de 3.000 ciudadanos sefarditas. Pero la labor de Sanz Briz, según Arcadi Espada, ha quedado oscurecida por la "habilidad" del "impostor" Giorgio Perlasca, un italiano que trabajó en la legación española con el diplomático español y que, tras la huida de este a Berna (Suiza) ante la inminente caída de la ciudad en manos del Ejército Rojo, siguió haciéndolo autodeclarándose cónsul español en Budapest. "Nadie niega que Perlasca estuviera aquí", dice Espada frente a una placa situada en un edificio del antiguo Gueto Internacional junto al parque Szent István, "pero no hay ni una sola prueba de que sustituyera a Sanz Briz como embajador; todo lo que hay de Perlasca es lo que él dice de sí mismo, nada más". El enfado de la familia de Sanz Briz, fallecido en Roma en 1980, por ese oscurecimiento de la labor del diplomático en favor de la de Perlasca se refleja en su negativa a ubicar una de las pocas placas que existen en la calle de homenaje a su familiar junto a la del italiano.