El nombre de Marina Abramovic emite muchos brillos legendarios para aquellos que conocen su trabajo. Nacida en Montenegro, la artista ha protagonizado algunas de las más deslumbrantes y estremecedoras intervenciones artísticas en estas últimas cuatro décadas. Con motivo de su 65 aniversario, el MOMA, justo al mismo tiempo que abría sus salas a Tim Burton, le daba a la artista europea su respaldo definitivo. Una suerte de consagración por la que Abramovic salía de los limitados contornos del universo artístico para adquirir la pátina de una estrella de masas. Y eso es lo que se escenifica en este documental que, día a día, fue labrando el testimonio de su intervención en el museo neoyorquino a lo largo de varios meses.
Meses de captar unas huellas que originan muchos interrogantes pero que jamás logran traspasar la piel de su principal personaje. En él, hay al menos dos niveles de interpretación dependiendo del conocimiento previo que el espectador tenga de su obra, de su evolución y de su pensamiento.
Matthew Akers, director que debuta con este filme, se conduce al contrario de como lo hiciera el Wenders de Pina. Mientras el alemán se complacía en recrear una especie de selección de lo mejor de..., Akers, que salpica su testimonio con algunas de las acciones de Abramovic repetidas por otras artistas/actrices en la exposición del MOMA que tuvo el carácter de una antología, centra su discurso en torno a la acción que la artista de los Balcanes ideó para ese espacio. Abramovic esperaba sentada durante el horario de apertura del museo y sostenía un agotador duelo de miradas con todos aquellos espectadores que aceptaban ese encuentro. Minuto a minuto, Abramovic, como en un rito sacrificial, se daba a la escrutadora mirada de miles de extraños. Plano a plano, el documental permite apreciar un crescendo de expectativas y de espectadores en un circense más difícil todavía que no acierta a asomarse al interior ni de la artista ni al de sus cada vez más exaltados seguidores. Pero como acontece con todo cuanto ha rodeado el hacer de esta mujer, se percibe entre los intersticios la seguridad de que en ella nada es ordinario. Una suerte de ofrenda que se transforma en emblema de nuestro tiempo. Un estar que nos deja perplejos.
Dirección: Matthew Akers . Fotografía: Matthew Akers. Montaje: E. Donna Shepherd y Jim Hession. Intervenciones: Marina Abramovic, Ulay, Klaus Biesenbach, Chrissie Iles, Davide Balliano, Arthur Danto, David Blaine, James Franco. Nacionalidad: EEUU. 2012. Duración: 102 minutos.