Vitoria. "Es un montaje tremendo", asegura Rafa Martín desde el autobús. Y es que el trasiego artístico de De ratones y hombres, como la búsqueda de sustento a los protagonistas de la pieza, no deja mucho tiempo libre a sus intérpretes. Lo último del director Miguel del Arco, desde hace unos años el nuevo gurú de las tablas estatales, aterriza -perdón, aparca- hoy en las tablas de Gasteiz con su aroma de poderosa producción, con la base inmejorable de un texto del gigante literario John Steinbeck (La perla) que, en palabras de muchos, y como explica el propio actor, posee en su fuerza magnética algo de "visión cinematográfica".
Algo de audiovisual hecho tablas, y también algo de ese misterioso poder de vigencia atemporal con el que cuentan algunas historias perfectamente trazadas, quizás más, en este caso, en la temática que toca la pieza que hoy llega a las 20.30 horas al Principal, dados los tiempos que corren. Porque De ratones y hombres traslada al espectador al período de la gran depresión norteamericana, a la errática existencia de dos jornaleros que buscan remedios efímeros a su eterna precariedad, en un reflejo "con similitudes a la gente que tiene que emigrar para buscarse el sustento, porque en todos los países se ven situaciones muy similares", explica Martín.
Todo lo contrario -esta precariedad- a lo que le sucede al montaje producido por Concha Bustos, un "poderosísimo" trabajo que les está llevando a lo largo de toda la península y que en primavera cruzará el charco hasta varios países latinoamericanos. "Son tiempos difíciles y se piensa que queda aún tiempos más dolorosos; así que te sientes un privilegiado", confiesa el artista gasteiztarra, que es todo elogios para la producción en la que está inmerso, con última parada previa a Gasteiz en Badajoz.
"Normalmente, cuando te metes en un montaje como éste cada uno está en su posición y tienes que acercarte, pero aquí no". Martín destaca el respeto y el carácter de equipo que destila el mecanismo generado alrededor de este libreto, lo que ha provocado "que todo el mundo esté integrado, desde el primer día hasta el último". Su papel, por ejemplo, es el de un capataz que no cuenta con una presencia protagonista, y sin embargo siguió de cerca todo el desarrollo del proyecto, que no descuida ni los pequeños roles ni ningún detalle.
Esa sensación de equipo se percibe desde dentro y también desde fuera, con un background "muy emotivo entre el público". Como su anterior Veraneantes, De ratones y hombres es otro montaje largo de Miguel del Arco, y, a pesar de ello, "el público termina totalmente enganchado, y algunos incluso con lágrimas en los ojos, aunque también hay bastantes momentos de humor a lo largo de la obra".
La pieza del autor de Las uvas de la ira, que él mismo adaptó desde la novela corta hasta el teatro -y que se llevó al cine con John Malkovich y Gary Sinise en los roles principales (este último también como realizador)- es para Del Arco "una historia sobre hombres y mujeres que se mueven en el vacilante límite entre la dignidad del ser humano y la animalización, entre la razón y el instinto", y esa esencia primaria de las emociones que viven en su trayecto Fernando Cayo y Roberto Álamo provoca una realidad entre los espectadores y que entre los intérpretes, a su vez, "tengamos la certeza de que es algo que conmociona, que llega".
Antonio Canal, Diego Toucedo, Irene Escolar, Josean Bengoetxea, Eduardo Velasco, Alberto Iglesias y Emilio Buale completan el elenco que esta pieza. ¿O deberíamos decir superproducción? "A veces tienes la sensación de estar en el cine", asegura Rafa. El telón puede ser contemporáneo. Aunque la clave es un texto de siempre, un fiel acercamiento a De ratones y hombres.