Vitoria. No por nada, la doble sesión del miércoles en Mendizorroza estaba marcada en rojo para unos cuantos aficionados del Festival de Jazz de Gasteiz. La mera presencia de Joshua Redman era garantía de que algo bueno tenía que suceder, aunque The Soul Rebels tenían también su público específico. Y la jornada estuvo cerca de ser redonda ante un polideportivo que, a pesar de todo, estaba a la mitad. Mala suerte para los que no estuvieron, se perdieron el que, por ahora, es la mejor actuación de este año porque el saxofonista y sus nuevos amigos de The Bad Plus lo bordaron de principio a fin, no así los de Nueva Orleáns, de los que tal vez se esperaba algo más.
Lo cierto es que Redman está en otro universo. Ya lo demostró en Gasteiz hace dos años y en esta ocasión volvió a dejar claro que ya no es un buen músico, ni siquiera uno grande, es que va camino de convertirse en estrella, en una referencia indiscutible del jazz de este siglo. Su técnica es excelente, pero además sabe dotarla de emociones, sentido e inteligencia. Al saxofonista sólo se puede pedir ya que no se estanque en lo bien que lo hace, sino que siga dando pasos en una carrera que parece no tener límites.
Claro que su excelente actuación tuvo una pata estratégica en The Bad Plus. El trío está en un momento de forma envidiable y cuenta, además, con un Reid Anderson que como compositor está un punto por encima, partiendo de lo más sencillo para crear temas que van envolviendo al espectador sin que lo note. Y encima se expresa muy bien en castellano.
Aunque parece imposible destacar algo en un concierto de semejante nivel, no hay duda de que con la interpretación de People like you el polideportivo casi se cae. Con Redman volando sobre el cielo, los cuatro músicos destrozaron el escenario en mil pedazos hasta tal punto que, terminado el tema, todo el pabellón se puso en pie y dedicó a los intérpretes una de las ovaciones más largas de los últimos años.
Sólo un bis supo a poco. Aquello no tenía que haber terminado. Habrá que ver si Redman y Bad Plus mantienen su relación en el tiempo. Pero ya sea juntos o por separado, la obligación del festival es volver a contar con ellos cuantas más veces, mejor. Sobre todo en el caso del saxofonista, un hombre para el que casi se acaban los calificativos y eso que diez minutos antes de arrancar el concierto estaba tan relajado charlando entre el público del polideportivo.
A él y a sus nuevos amigos, varios de los componentes de Soul Rebels les estuvieron escuchando sentados entre el público antes de ser ellos los protagonistas de la parte final del día. Funk, hip hop, jazz, algún ramalazo rockero, pop (no faltó el inevitable Michael Jackson con un par de canciones)... de todo eso y más hubo en una actuación con mucho ritmo, unos cuantos bailes entre un respetable cada vez más reducido, y manos arriba y palmas cada dos por tres. Los de Nueva Orleáns empezaron potentes y terminaron en condiciones con su versión reducida del Sweet dreams de Eurythmics y el Encore de Jay-Z, pero la parte media del recital cayó en cierta monotonía incluso aunque Jonathan Batiste se subiera al escenario para hacer una pequeña colaboración (el resto del concierto se lo pasó bailando incluso cuando estaba sentado).
Al joven grupo (enfundado en gorras, pantalones cortos y vaqueros para tamaños especiales) le sobran vientos y le falta algo de cuerda en su formación para que su propuesta tenga algo más de variedad y sea de verdad arrolladora. No puede ser que temas tan distintos como I wish de Stevie Wonder y Night people de Allen Toussaint suenen casi igual. Aún así, la banda tiene buenos cimientos y tal vez sólo necesita aclarar mejor ciertas ideas.