Madrid. Chavela Vargas no habla nunca por hablar, pero ayer en "su" casa, la Residencia de Estudiantes de Madrid, de su boca no salió más que poesía y Lorca. "¿Sorprendida de estar aquí? Que sé yo. Ustedes inventen lo que quieran", se burló, parapetada en sus 93 años de la porfía de los periodistas por atarla a la prosa.
La cantante, de hablar trabajoso y en silla de ruedas, resolvió, sorprendiendo a todos, viajar desde su casa mexicana a "su" casa española, tras siete años ausente, para homenajear a Federico García Lorca con un disco, La Luna Grande, un concierto y la grabación de un documental, El ruiseñor y la noche. "Hace siete años estuve aquí viviendo, peleándome con todos los becarios y ellos conmigo. Regreso y encuentro unos brazos tendidos que me dicen 'bienvenida'. Quería venir a verlos, saludarlos y ver a mi España, que decían que estaba muy mal y no es cierto", comenzó su "plática" con las decenas de periodistas que han acudido a la rueda de prensa celebrada en la Residencia. "España está bellísima, gloriosa. No hay crisis, es mentira. Es la hembra de Europa y México el varón de América. Te saludo España, te saludo Isabel la Católica, con toda mi alma. Así estoy yo hoy, esperando la esperanza de ser esperanzada", dijo para, a continuación, pedir que le hicieran preguntas "para no contestarlas", con lo que provocó en la audiencia la primera carcajada de muchas.
Vestida con camisa, pantalones y zapatos negros, un pañuelo rojo con lunares rojos al cuello, y los ojos ocultos por unas gafas oscuras, habló ampliamente de Federico García Lorca y del disco que ha grabado, de sus amigos los poetas, de los espectros que la acompañan y de su propia mismidad: "Salud, Chavela, yo te saludo", exclamó.
"Con García Lorca tuve un acercamiento cuando viví aquí. Una noche de nostalgia pude recordar lo que no había perdido. No encontré a Federico, fue él el que, como un clavel que revienta, me encontró. A sus órdenes, le dije", relató sobre la selección de poemas para el disco, que recita con la base acústica de sus canciones más conocidas, de La Llorona a Macorina. "¿Qué deudas tengo con él y él conmigo? Muchas. Aquí veníamos a tocar el piano, a llamarle las noches cuando no dormía. Oía todo lo que no se puede oír. Aquí se juntó el bien, el mal, la noche, el día", recordó.
No le duele nada, vive tranquila, en paz con sus sentimientos, afortunada de poder decir que hizo siempre lo que quiso, y "con la sorpresa inmensa" de que una mañana, de repente, no pudo caminar. "Ahí pagué todas mis culpas. Esto -la silla de ruedas- lo debo a la vida. Pues hágase tu voluntad", zanjó, provocando de nuevo las risas de la audiencia y de sus dos "ángeles", las enfermeras Lorena y Liliana, que la acompañan desde México.
Después de "aquí", subrayó, no sabe dónde irá, "posiblemente a darle la vuelta a la Residencia acompañada de un montón de gatitos negros", para que le hablen "de lo que pudo haber sido y no fue". "Espero a los poetas, al cielo, a la vida, para que me lleven donde no se va nunca; a pasar por la puerta más grande, la más bella, donde se ven las estrellas. Aquí estoy para lo me manden, bañada, como Granada, por la luz salada de la nostalgia del mar", añadió.