Apenas dos días después de poner en marcha su Gran Hermano casero, el artista y disidente chino Ai Weiwei, en régimen de libertad vigilada desde junio, tuvo que apagar las cámaras que había instalado en su casa, a instancias de las autoridades chinas. "Recibí la orden de apagarlas, pero no me han dado ninguna explicación de por qué", declaró ayer a Efe Ai por teléfono desde su estudio del barrio pequinés de Caochangdi, donde están las galerías artísticas de vanguardia y en el que había colocado varias cámaras para que los internautas siguiesen su vida en directo. Ai insistía en que la exposición de su intimidad suponía un "regalo al público", pero también una ofrenda a la "seguridad pública", en mención a las 15 cámaras de las autoridades del régimen comunista que cercan su finca y siguen, día a día, sus movimientos. El artista dijo no estar "ni triste, ni contento" con el resultado de su orwelliana iniciativa, y tampoco se aventuró a anunciar cuál será su próximo movimiento en el pulso que mantiene con las autoridades desde hace un año.