No es su voz profunda, como de locutor de radio, lo que hace que lo requieran orquestas de todo el mundo sino, como dice él, "una batuta que suena" de una manera especial, distinta a las del resto. Eso es por lo que reconoce que "los últimos dos años están siendo de sorpresas continuas; me han llamado de orquestas que jamás pensé que me contactarían", y en las que, como ahora la de la BBC, que estrena nueva sede en la zona portuaria de Manchester, le reciben con los brazos abiertos.

¿Cómo afronta esta aventura?

Es un momento positivo; un punto de inflexión en mi vida muy importante. La decisión ha supuesto dejar una carrera que estaba resultando fácil y cómoda y, sin embargo, tomar las riendas del continuo aprendizaje. Vengo a un puesto en el que creo que voy a aprender muchísimo por la profesionalidad de los que lo componen. Es una inversión de futuro. Mi aterrizaje en Manchester me recuerda a mi llegada a Bilbao, porque en ese momento construyeron el nuevo auditorio, el Guggenheim y había una energía increíble. Ahora tengo la suerte de estar en un sitio muy parecido.

¿Qué recuerdos le quedan de su paso por Euskadi?

Estando en la Orquesta Sinfónica de Euskadi creamos la Joven Orquesta de Euskal Herria: yo estuve tres años allá y fue un maravilloso grupo instrumental. Entregué todo mi saber, con resultados fantásticos. Después, mi etapa en la de Bilbao fue fundamental en mi vida por la confianza que depositaron en mí, por lo que aprendí con ellos. Siempre estaré en deuda. Cada vez que levanto la batuta con una de las grandes orquestas que dirijo por el mundo, estoy levantando la batuta por todos aquellos músicos de la orquesta de Bilbao que dedicaron un tiempo a lo que yo les decía.

Inauguró la temporada con Mahler, pero el público británico podrá escuchar también a Falla o a Rodrigo, ¿escogió usted el repertorio?

Lo decidimos entre el director, el productor de la orquesta y yo. Fue cerca de mi casa, paseando por el Parque Natural de Urkiola. Queríamos algo que fuese muy potente para celebrar la nueva etapa: mi llegada y el estreno del nuevo estudio de la BBC. La Sinfonía nº2 Resurrección de Mahler tiene un mensaje muy claro: "Adelante". Se refiere a vivir una resurrección interna, a la idea de construir algo nuevo. Pero, además, me parecía importante hacer un programa en el que hubiese parte de mí: por eso escogimos compositores españoles y decidimos traer a Manchester a Asier Polo, un chelista bilbaíno de altísimo nivel.

¿Cómo es el día a día de un director de orquesta?

Me lavanto a las 05.30 para estudiar y preparar el ensayo, que empieza a las 10.00 y acaba sobre las 16.30 horas. Vamos a tocar varios conciertos esta temporada en el Bridgewater Hall de Manchester, uno de los mejores del Reino Unido, además de realizar grabaciones para la discográfica Chandos, que necesita más repertorio español; daremos conciertos desde un estudio de radio, una experiencia fantástica y muy británica: estás solo ante los micrófonos, pero en realidad hay 20.000 personas escuchando en directo. También prepararemos los Proms en el Royal Albert Hall en Londres, uno de los mejores festivales del mundo; y giras por China, por Alemania, por todo el mundo. Además, los directores nos movemos como invitados con otras orquestas.

¿Cómo lleva esta vida tan viajera?

Hasta ahora he intentado controlar los viajes porque Clara y Alain, de 5 y 10 años respectivamente, estaban en un momento muy importante. Ahora saben más cómo es su padre. Aún así, hay que tener la frialdad para decirles que no a grandes orquestas, porque ves que la agenda ya no da más de sí. Ahora se va a incrementar el trabajo, pero por lo menos Manchester está más cerca de Bilbao porque ahora hay un vuelo directo.

¿Se hubiera imaginado tener un futuro así?

No me imaginaba llegar aquí, pero no tuve otro camino. Tuve la suerte de que mis padres decidiesen que, en vez de ir al colegio de al lado de casa, fuese a uno un poco más lejos porque había unas actividades extraescolares más interesantes. Empecé tocando la flauta, luego canté en el coro, después vino el txistu y a los dieciséis años ya llevaba un coro de niñas. Curiosamente, mi hermano es músico -contratenor- y también mi hermana, aunque es además químico-físico. Y eso que ni mi padre, alavés, ni mi madre, navarra, se dedicaban a ello.

¿Cuál es el camino que hay que seguir para ser director de orquesta?

El camino oficial para llegar a director es muy largo. Uno no empieza a dirigir o a estudiar dirección de orquesta hasta que no tiene 22 o 23 años, pero yo comencé a dirigir coros con 16 y grupos instrumentales con 18. Cuando estudiaba dirección de orquesta en Madrid me colocaron en el rincón el primer día porque rompía el brazo. A los tres años salí con Premio de Honor. En los últimos veinte años nadie había acabado la carrera en tres años. Aún así, la dirección se aprende en el escenario.

¿Qué tiene la orquesta de la BBC que no tengan otras?

Los músicos son en su mayoría británicos, cosa que no ocurre en otras, como en España, donde hay mucha mezcla de nacionalidades. Eso se nota. Es una orquesta de enorme precisión, de gran rigor en la lectura. Son grandes profesionales, pero quizá están necesitados de mayores vivencias, emociones y riesgos para intentar llegar a la esencia de la música, esa parte más vital que tenemos los latinos. Creo que esa mezcla entre ellos y yo puede funcionar muy bien.

¿Qué podemos aprender de la experiencia musical del Reino Unido?

En el Reino Unido se ha invertido en música durante muchísimos años. Aquí son muy serios y profesionales. Después de Franco, nos tocó construir algo nuevo y eso lleva mucho tiempo. Se ha progresado mucho en Euskadi, pero aún tenemos que trabajar mucho. Sin duda hace falta crear una base mucho más sólida, invertir más en profesionalizar toda la actividad artística, incluida la gerencia.

En el Reino Unido se puede comprar una entrada para ver el mejor concierto de la temporada por algo más de 10 euros, algo que resulta imposible en España…

No solo eso. También se pueden escuchar muchos conciertos gratis. Hay un contacto mucho más directo con la realidad de la música, pero eso lo permiten los medios y la estructura que hay montada en este país en torno al proceso de creación musical. Ahora que se ha hablado tanto del nuevo Auditorio de Vitoria, yo les decía que en vez de invertir 22.000 millones en él, por qué no invertir mejor 15 y el resto en fomentar la cultura base para crear el caldo de cultivo para que podamos ir al auditorio.

¿Nota mucha diferencia entre el público que tuvo en el País Vasco y el británico?

El público que yo tuve en Euskadi, sobre todo el bilbaíno fue muy respetuoso. Creo que Bilbao es la ciudad más artística a nivel musical de Euskadi. Siempre ha tenido la Filarmónica de Bilbao -más de 125 años- , con una experiencia enorme. En la capital vizcaina se ha hecho muchísima música, y eso queda. El público es muy receptivo y atento, incluso tenían un poco de miedo cuando yo fui allá porque yo venía con el halo de que iba a hacer mucha música contemporánea, pero luego fue un público que disfrutó con los riesgos que tomamos. El británico es igual, pero con muchísimo más bagaje. Tiene la oportunidad de escuchar música de muchísimo nivel y es conocedor de lo que se está haciendo en la actualidad.

Le requieren en medio mundo, ¿un escenario que le gustaría pisar?

Me gustaría dirigir la Filarmónica de Berlín o alguna otra orquesta de primera línea como la de Amsterdam. Quisiera poder entrar más en ese mercado europeo, como lo estoy haciendo en América, donde me he encontrado un respeto por mi trabajo que no esperaba. Me he sentido muy valorado. De todas formas, pienso que hay que llegar a un sitio cuando tengas que llegar, no demasiado pronto.

¿Cuándo le veremos en Euskadi?

Iba a ir con la orquesta de Bergen a San Sebastián y Pamplona, pero se ha cancelado por problemas económicos, y esto es algo que me ha disgustado mucho porque me hacía mucha ilusión. Estaré allí con la Filarmónica de la BBC seguramente en 2014. También sigo dirigiendo algunas orquestas españolas, y eso me llevará a Galicia este año; a Castilla y León el que viene; en 2013, la Orquesta Nacional de España y la de Barcelona...

¿Cómo ve el estado de su profesión?

Yo soy producto de la una generación de conservatorios que fue muy criticada, pero aprendí muchísimo. Ahora creo que hay más medios para aprender, más escuelas, más facilidades para que los instrumentistas puedan tocar, pero no tienen las oportunidades que yo tuve, porque ahora hay mucha más gente. Hace falta crear infraestructuras para que esa gente pueda salir. Soy un gran afortunado, los trenes han pasado cuando estaba en la estación y los he cogido, a veces a gran velocidad, pero han pasado. Ahora muchos están esperando en la estación y no pasan trenes. Estoy aquí por esa fortuna.

La labor de un director de orquesta no siempre se comprende tan bien como la de un instrumentista…

Lo que la gente no conoce es todo el proceso que seguimos antes del concierto. Los ensayos durante horas, el trabajo de cortar, de corregir... Hay muchas orquestas, sobre todo inglesas, que pueden sonar prácticamente solas, sin director, por su enorme disciplina. Pero puede sonar diferente según quien la dirija. Hay muchas cosas internas que se pueden transmitir por la personalidad del director. Parece mentira, pero la batuta suena.

Pasa casi todo el año fuera de casa. ¿Qué es lo que más echa de menos de su tierra?

Lo primero, la familia. Pero también mi casa, el campo, la tranquilidad… Reconozco que en Euskadi tenemos una calidad de vida, de contacto humano, que no hay en muchos lugares. Tenemos una expresividad, una cercanía fácil con la gente, y eso en países nórdicos o americanos no lo tienen. La vida de un director de orquesta es fantástica, pero los techos de los apartamentos o de los hoteles son muy duros, aunque esa soledad también es muy buena, porque te curte mucho y te da tiempo para estudiar.

¿Se imagina volviendo a Euskadi?

He invertido mucho tiempo y mucha energía en mi tierra tanto con los jóvenes como con Bilbao, pero llega un momento en que sabes que tú solo no puedes hacer las cosas, hace falta mejorar muchísimas cosas y tiene que haber más medios y más profesionalidad para poder estar dirigiendo al nivel al que yo estoy dirigiendo ahora. No lo descarto. No dudo de que pueda retornar, pero veo que, si mi vida sigue a este ritmo, no retornaré nunca. Es muy amplio, muy grande lo que tengo por delante.