Vitoria. Si el Casco Viejo tiene forma de almendra, el proyecto escénico que sobre él construye el Laboratorio de Arte Dramático Ortzai se cierra después de fiestas con diseño de triángulo. Los días 10, 11 y 12 (20.30 horas) se inaugura el ciclo Los Clásicos de la Muralla, que parte en su primera convocatoria con voluntad anual y con la Salomé de Oscar Wilde como primera entrega. No serán, sin embargo, los recuperados muros de la ciudad originaria los encargados de hacer reverberar los diálogos del maestro irlandés, sino -de seguir las previsiones meteorológicas actuales- los locales de Ortzai en el número 39 de la calle Pintorería.
Junto al Ciclo de Teatro Familiar de Invierno de la Ciudad Histórica y al Ciclo de Teatro Sacro, esta propuesta estival en torno a los textos clásicos cierra, tras dos años de gestación, el croquis de producciones que se había dibujado el equipo de Iker Ortiz de Zarate, que apuesta una vez más por el trabajo del autor de De profundis -texto con el que giró en monólogo- para lanzar este proyecto al calendario.
Salomé (1891), como sucedió a tantos trabajos de Wilde, creció entre la censura y el escándalo hasta ser, con el tiempo, un montaje de primera línea, "uno de los más representados" habitualmente, apunta Ortiz de Zarate, que ha tratado de ejercitar la sencillez en su acercamiento. "Ofrece riesgo, porque contiene muchos excesos -esteticistas y de mensaje- que hoy en día a lo mejor están superados, pero es fácil hacer de todo ello un barullo".
Salomé no es clásico en el sentido ortodoxo o canónico, sino en la acepción de "obra de calidad e identificable con los problemas y vicisitudes del ser humano; es cercano al simbolismo, absurdo, extraño y un montaje que supone siempre un reto", opina Ortiz de Zarate, tanto en su versión dramática como en la operística, con música de Strauss.
La joven actriz Mirena Nafarrate, que será la encargada de meterse en el papel de la princesa de Judea, suscribe esa sensación de reto que siente al interpretar un personaje "lleno de sexualidad y a la vez de contrariedades, porque soy una niña y a la vez quiero seducir". Junto a ella, en el rol de Juan el Bautista, un Guillermo Sanz atenazado, "debatiéndome entre el demonio y el ángel", o una Beatriz Ramos que ha de investigar otros modos de sentir, otras pulsiones sexuales para el personaje de Narraboth. "Para mí es raro estar enamorada de una mujer, pero es bueno interpretar personajes diferentes".
Ana Delgado (Herodías), Iker Ortiz de Zarate (Herodes), Idoia Rebollo, Penélope Gutiérrez y Jean Patrick Valcourt completan esta "familia disfuncional", describe Ortiz de Zarate, que se acompaña de la luna como símbolo constante de los entresijos de la obra.
También del cielo viene la paradoja de esta primera edición del ciclo teatral, ya que, "como las previsiones apuntan a mucha inestabilidad" para las jornadas que acogerán las funciones, ese carácter de cita al aire libre se perderá en el escenario cerrado de Ortzai. "Si al final fuera posible ofrecerlo junto a la muralla, se llevaría allí previo aviso al público".
Las entradas pueden obtenerse ya acercándose a los locales del laboratorio. Entradas para una pieza "cercana al simbolismo, al absurdo", que da la vuelta a la historia bíblica, ya que en el texto sagrado Salomé pedía la muerte de Juan por instigación de su madre Herodías -a la que Juan reprochaba convivir con Herodes a pesar de estar casada con Filipo, hermano de Herodes-, mientras que en el de Wilde Salomé está enamorada de Juan, quien rechaza su amor, y lleva a pedir su decapitación por despecho.
Wilde no obtuvo licencia para estrenar la obra en Londres y lo hizo en París, con un argumento retocado en las partes que aludían a la homosexualidad. Fue mostrada en otros países en pases privados, ya que era problemática para salas comerciales, y en Londres no se anunciaron funciones públicas hasta la década de 1930. Gasteiz decapita el silencio post-fiestas con su eco. Ortzai apuesta por Wilde.