Tanto la muestra como el seminario hablan de la posesión de la tierra, pero alguien puede pensar que a estas alturas del siglo XXI, estas temáticas son más propias de antes de la Revolución Industrial.

Precisamente porque el mundo se ha movido hacia la industrialización y hacia los servicios parecería que la tierra es un tema superado, y sin embargo, cuando miras de cerca diferentes contextos, te das cuenta de que la tierra sigue siendo vital, la fuente de sustento para la mitad de la humanidad. Y es un tema de actualidad también porque hay multinacionales que se están apoderando de tierras en diferentes países donde los campesinos están sumidos en la pobreza. En India, por ejemplo, puedes ver el número de agricultores que se han suicidado desde los años 90 hasta ahora por la llegada de estas empresas, la introducción de las semillas modificadas genéticamente, el abandono de la agricultura y la nutrición tradicional... Eso está ocurriendo al mismo tiempo que estamos hablando. Hoy, todo nos parece que está en el mercado, que se traduce en números, en la Bolsa, en el mercado, cuando, en la realidad, hay mucha gente para la que la tierra sigue siendo la base.

De todas formas, hay quien puede preguntarse: ¿y esto, qué le importa a la cultura o a un centro cultural como Montehermoso?

Es que ¿Tierra de nadie? no nace de mí sin más, sino que aparece al darme cuenta de que hay una gran cantidad de artistas que están tratando estas temáticas desde distintas perspectivas. Mi labor ha sido encontrar ese punto en común entre las obras y explorarlo. Por ejemplo, se trata la colonización de África y cuál es el rol de la cultura en ese proceso. Son temas que a los artistas y a los agentes culturales, o por lo menos a unos cuantos, nos interesan. El arte contemporáneo puede hablar de lo que nos ocupa a todos, y cuando lo hace suele ser muy afortunado.

Tanto la exposición como el seminario que arranca hoy tienen una pregunta por título, una cuestión que ¿tiene respuesta?

Esa idea de la tierra de nadie es la que utilizaron los colonizadores españoles y después todos los que llegaron a América y África como excusa para entrar, es decir, la tierra no tenía dueño, no era de esos salvajes que estaban allí. El título cuestiona eso, ese paraguas que sigue siendo utilizado hoy por muchas multinacionales y compañías grandes cuando llegan a un lugar y quieren explotarlo. Los campesinos en países como Colombia, de donde yo soy, han sido desplazados de forma permanente por grupos paramilitares en beneficio de multinacionales que usan esa tierra para monocultivos intensivos. Se calcula que hay millones de hectáreas que han sido expropiadas de las manos de pequeños propietarios en favor de empresas que tienen nombre pero que no son procesadas por delitos de apropiación ilegal de la tierra.

Al final es una cuestión de poder, como pasa siempre.

Claro, es que la tierra da mucho poder. Cuanto más tienes, más poderoso eres, y eso era verdad hace mil años pero también hoy. El latifundismo es un signo de poder.

¿Qué espera conseguir de alguien que visite la exposición o acuda estos días al seminario?

Me gustaría que la cuestión de la tierra volviese a ser algo vigente aunque estemos en 2011. La gente debe darse cuenta de la importancia de estos temas y es responsabilidad de todos, también de los que vivimos en las ciudades, de tener conciencia sobre cómo se está utilizando la tierra y qué consecuencias económicas, culturales, sociales... tiene eso. No quiero adoctrinar a nadie, pero sí fomentar que la gente piense.